En los dos primeros días de esta semana hemos podido contemplar las dos caras de la actual España. Hemos visto a la princesa Leonor que encarna esa España limpia y brillante, la de los españoles que abrazan la Constitución y el Estado de Derecho, respetuosos con la ley, partidarios de la convivencia y la igualdad sin distingos, defensores de la unidad de la nación, trabajadores, razonables y demócratas por convicción. Y al mismo tiempo hemos visto la España oscura y tenebrosa de quienes se han puesto ya de acuerdo para acabar con los principios y valores que representa y defiende la otra media España.
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Su alteza real representa lo mejor de nuestra patria, la nación de hombres y mujeres libres e iguales, mientras que Pedro Sánchez lidera a esa minoría de españoles (muy a su pesar) confabulados para romper, dividir y enfrentar a los españoles.
La princesa Leonor aparece ahora como un rayo de luz ante un futuro tétrico y sombrío.
Leonor de Borbón pidió que confiemos en ella y hay que darle ese voto de confianza, a pesar de los negros nubarrones instalados en torno a la Corona. La princesa de Asturias se hizo mayor y se legitimó como futura reina rodeada de fieros enemigos, empezando por el presidente del Gobierno en funciones que cometió el ¿error? de intentar moverle la silla durante el acto en el Congreso. Sánchez habló en las Cortes de «lealtad» a la Corona, mientras toda esa «Corte de los Milagros» de la que se ha rodeado para seguir gobernando empezaba a conspirar para acabar con la monarquía.
Casi al mismo tiempo que contemplábamos el nacimiento de una esperanzadora estrella, Sánchez estrechaba la mano (Santos Cerdán mediante) del líder de los golpistas catalanes, el prófugo Puigdemont, y después se abrazaba al cabecilla de los delincuentes republicanos y secesionistas, Junqueras, los dos promotores de la destrucción de España como nación. Con ellos rubricaba la ominosa amnistía que «abole el Estado de Derecho» en España y crea una «casta impune», en palabras de ocho vocales del Consejo General del Poder Judicial.
Es decir, que mientras la princesa abre una puerta a la consolidación de la democracia en España, a su lado el presidente en funciones conspira para destrozar esa democracia. Como bien argumentan la mitad de los miembros del CGPJ, con la amnistía Sánchez va a impedir la alternancia en el poder, base del pluralismo político, acaba con la igualdad y convierte en «quimera» la independencia judicial y la seguridad jurídica en España.
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Cada vez está más claro que esa amnistía, ampliada a última hora a los aprendices de terroristas de CDR y Tsunami (en nuestro país ser terrorista o ex terrorista se ha convertido en un mérito insuperable), contraviene también el Tratado de la UE sobre la independencia judicial y el Estado de Derecho. Pero no cabe esperar demasiado de las autoridades de Bruselas, que seguramente se han resignado a no entender lo que ocurre en nuestro país.
Como tampoco cabe esperar nada de las bases del PSOE que estos días votarán esa abominable amnistía que se esconde tras la inocente pregunta diseñada por los aprendices de Goebbels sanchistas: «¿Apoyas el acuerdo para formar un gobierno con Sumar y lograr el apoyo de otras formaciones políticas para alcanzar la mayoría necesaria?». Una interrogante con camuflaje que no engaña a nadie, ni falta que hace. ¿Qué votarán los socialistas salmantinos al mando de David Serrada? Pues votarán sí, como un solo hombre, porque el odio a la derecha para ellos está por encima de la conciencia y la vergüenza.
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