La deriva de Vox hacia el ultranacionalismo católico y antiliberal fue uno de los detonantes de la movilización del voto de izquierda el pasado 23J y ahora se cobra su primera víctima interna en la figura de Iván Espinosa de los Monteros, uno de sus mejores portavoces y sin duda el más moderado.
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Los de Santiago Abascal se han echado definitivamente al monte y cada día que pasa se parecen más a la caricatura que el sanchismo ha dibujado de ellos en las elecciones. Muchos pensábamos que cuando los verdes tocaran poder suavizarían el mensaje y se darían un baño de realidad. Así lo preveíamos en Castilla y León tras entrar a formar gobierno con el PP de Alfonso Fernández Mañueco, pero nos equivocamos. El grupo liderado en la Comunidad por Juan García-Gallardo ha resultado tan moderado en los hechos como desaforado en los mensajes. El vicepresidente de la Junta ha sido el que ha marcado el tono agresivo, faltón y radical en este año largo de cogobernar con los populares.
Gallardo se ha bastado y sobrado para colocar a Castilla y León en los titulares nacionales con una larga lista de exabruptos, como cuando llamó delincuente a Pedro Sánchez o imbécil a Francisco Igea, o cuando dijo que trataría a una procuradora con discapacidad (del PSOE) «como si fuera una persona normal» o cuando se preguntaba si el dióxido de carbono es malo para la salud.
Bien es verdad que ha sido más ladrar que morder. Porque la gestión de los tres consejeros de Vox pastoreados por el vicepresidente no ha causado mayores destrozos, sino que en general ha seguido una línea de continuidad respecto a los ejecutivos regionales del PP, con o sin Cs.
Hubo un intento de poner en un aprieto a las mujeres que quieren abortar, sugiriendo que se les obligue a escuchar el latido del feto, que quedó en nada porque ese área es competencia de la parte popular de la Junta. Y lo demás han sido fuegos de artificio: no se han encendido las luces de las Cortes el día del Orgullo, se habla de violencia intrafamiliar y no de violencia de género, dicen que la despoblación en la Región se debe a que hay mucho sexo solo por placer… y otras menudencias fruto de su empeño por marcar territorio.
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De todo lo que los verdes han aportado a la Junta presidida por Mañueco, lo más relevante podría ser el recorte de las ayudas a la patronal y a los sindicatos. Una decisión polémica, pero que sin duda apoyarán una gran mayoría de sus simpatizantes, y quizás también los del PP. Sin embargo, la gestión buena o mala queda oscurecida por las polémicas y los insultos.
Pese a todo, la vida en Castilla y León no ha cambiado para mal en este último año por la presencia de Vox en la Junta: ni para la generalidad de los ciudadanos ni para los colectivos LGTBI, para los inmigrantes o para las mujeres. Una realidad que Alberto Núñez Feijóo no supo destacar en la campaña que le llevó a esa victoria convertida en derrota por la aritmética parlamentaria.
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Con la marcha de Espinosa de los Monteros Vox pierde peso liberal en favor del sector más integrista. Si tuvieran que enfrentarse a una repetición de elecciones, seguro que perderían muchos votos a favor del PP. Lo que ocurre es que no habrá tal, aunque ayer algunos veían en el 'portazo' del Constitucional a Puigdemont una oportunidad de que el de Waterloo se plante y deje a Sánchez sin investidura. Como en el infierno de Dante, llegados a este punto ya hemos perdido toda esperanza. Junts acabará apoyándole, solo que con estos vaivenes nos saldrá todavía más caro a todos los españoles.
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