Los socialistas de Salamanca están siendo retratados por las mociones que presenta el PP en los ayuntamientos para rechazar la amnistía a los golpistas catalanes. El papelón que están representando los concejales al mando del secretario provincial, David Serrada, navega entre la traición y la vergüenza. No oponerse a una medida que acaba con la igualdad entre los españoles, destruye la labor del poder judicial y consolida la deriva separatista de un territorio de España roza la traición. Y argumentar que ese asunto, vital para el futuro de este país, no afecta a la Diputación de Salamanca, es el colmo del ridículo y la vergüenza.
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Lo que tiene pactado Pedro Sánchez con el prófugo Puigdemont y el ex presidiario Junqueras va a influir de forma decisiva en la vida de todos los salmantinos. Esos acuerdos que permitirán al del Falcon renovar el colchón en La Moncloa supondrán más olvido, más pobreza y menos inversión en esta provincia. Los habitantes de los pueblos salmantinos serán considerados ciudadanos de tercera (han sido de segunda durante estos cinco años de sanchismo) y podrán comprobar cómo el 'cariño' contante y sonante del Ejecutivo se dirige a los enemigos de España. Dar pasos hacia la ruptura de la nación, ceder ante sus enemigos declarados y premiar su deslealtad nos convierte a todos en rehenes de los supremacistas catalanes y vascos que se consideran superiores a los andaluces o los castellanos. Argumentar que ese ignominioso pacto no afecta a los salmantinos es tan solo el resultado de la obediencia ciega al líder por parte de quienes consideran la disciplina de partido por encima de la ley y la conciencia.
Y decir que la amnistía no está en la agenda del futuro presidente equivale a tomarnos por tontos. A estas alturas de las oscuras negociaciones entre sanchistas y golpistas/proetarras es un secreto a voces que el 'alivio penal' a los condenados por el 'procés' está bien amarrado. Y lo que en su día será una 'consulta a los ciudadanos de Cataluña' está en marcha, aunque en Ferraz y Moncloa van a escenificar una negativa hasta que se vote la investidura dentro de un mes.
Es tan obvio que la concesión de la amnistía a los rebeldes catalanes ha sido negociada con Puigdemont y Junqueras que el del Falcon no se atreve a nombrarla. Ayer voló en su juguete favorito hasta Sevilla para lanzar la habitual sarta de mentiras sobre sus inmediatas intenciones, pero tuvo la habilidad de no mencionar ni la amnistía ni el referéndum que le exigen sus futuros socios.
Solo hay que escucharle y darle la vuelta a sus palabras y sus argumentos para confirmar la realidad del desastre que se nos avecina. Dijo Sánchez que se va a dejar la piel para conseguir un pacto «por la convivencia y la concordia», lo que significa que su acuerdo con el fugado y los otros delincuentes va a destrozar la convivencia y la concordia entre los españoles. Cuando aseguró que el diálogo ha mejorado la situación de tensión en Cataluña, lo que debemos colegir es lo contrario: los rebeldes están crecidos porque están consiguiendo en unos meses lo que no habían logrado en cuarenta años de dar la matraca. Y cuando afirmó que «Europa siente envidia sana de España» nos vino a confirmar lo que ya sabíamos: somos una anomalía en la Unión Europea, el único país que incrusta en su Gobierno a los enemigos de la nación, a quienes han sido condenados por intentar destruirla y a quienes aspiran a convertir lo que quede de España en un paraíso del socialismo autogestionario y del comunismo bolivariano.
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Estamos cansados de la política, del sanchismo y sus desmanes, pero no podemos decir que no nos afecta. Nos afecta y nos duele.
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