Opinión

El fin del mundo

Soy incapaz de encontrar una salida que no sea estar en una continua huida de un mundo tan agresivo como estúpido

No se asusten, pero es cierto. Y aunque nos lo anunció R.E.M allá por los felices 80, no nos enteramos, estábamos a otra cosa: «es el fin del mundo tal como lo conocemos», repetían los chicos de Athens, Georgia. Y aquí estamos, no sé muy bien dónde, pues les juro que estoy totalmente perdido, incapaz de encontrar una salida que no sea estar en una continua huida de un mundo tan agresivo como estúpido. Huyo del Armagedón que viene, que nos pisa ya los talones en forma de locos, rufianes (incluido el charnego indepe), sátrapas de todos los colores, de Putín a Sánchez; corruptos habituales y vagos y maleantes para aburrir, unos por ejemplo de baja fraudulenta, y otros sentados tan ricamente en el Consejo de Ministros-Tómbola de los Cachichi Premiando. Ayer, precisamente, me enteré de que tenemos un ministro «de algo» que se llama Pablo Bustinduy, otro defensor de la causa palestina, esa moda que abanderan ignorantes de todo tipo y condición: de aburridos españoles que no saben ni donde está Sigüenza a niñatos de la UCLA. Hitler está de moda y los judíos somos ya cualquiera que no comulguemos con el pensamiento único. Los hijos de Conde-Pumpido, de Maduro, de Zapatero (aquellas niñas, ¿recuerdan?), de la infanta Elena… son la clase social en ascenso, el modelo a seguir. ¿Cómo no vislumbrar el fin del mundo en el corazón de la tormenta que nos azota? Del Jurásico al Cretácico, segunda parte.

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En mi huida del colapso hago muchas cosas a pesar del desencanto, veo a mucha gente, hablo con ella, leo, observo… Hablo con un portugués nacido en Luanda, Angola, hacia 1960, que tuvo que salir del país africano con su familia «con una mano delante y otra detrás» en 1974 hacia una metrópoli desconocida, Portugal, que les acogía con recelo. Empezar de cero trabajando duro, imposible de creer hoy, pero así fue. De un «Boeing 707» a un cafecito en Almeida pasó una vida. En el fin del mundo de 2024, para las nuevas generaciones el año 74 ni existió. 1974, la película. Hablo con una ciudadana inglesa, ayer mismo, y como yo, huye, en su caso del Reino Unido. Vive en el Algarve y su casa de Escocia es un lugar de visita, un lugar lejano y nublado. Joan me habla en voz baja, pues se supone que estas cosas no se deben decir. O quizá haya micrófonos. La patria está ya sólo en nuestra memoria, es un país llamado Nostalgia, lo mejor que nos dejará el fin del mundo.

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