Concentración de incidentes
Ningún centro de salud es peligro per se, salvo que se caiga un techo. Lo que hace que sea temido es la actitud de algunos de sus usuarios
Denuncia el sindicato Satse que esta semana se registró una agresión a una enfermera del centro de salud de San José. Cuentan que la agresión fue tanto verbal como física, y que ni siquiera la presencia de un vigilante de seguridad fue suficiente «ante el número de agresores que provocaron esta situación».
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Hay veces que basta un simple detallito para hacerse una idea muy clarificadora de lo que puede haber sucedido.
La de este miércoles ha sido una más. Una de tantas en este centro de salud que ya ha sido señalado como uno de los puntos más peligrosos de la sanidad de Castilla y León, según el mapa de riesgo de agresiones creado por la Consejería de Sanidad. «Las agresiones físicas son cada vez más frecuentes en este centro», advierten las enfermeras, que aprecian una periodicidad «casi diaria» de este tipo de situaciones en el Casto Prieto. Los insultos y faltas de respeto están a la orden del día y los golpes empiezan ya han dejado de ser excepcionales.
De momento, las profesionales le piden a Sacyl que aumente la seguridad privada en el Casto Prieto para disuadir a los agresores. Más a largo plazo, le podrían pedir solicitar también que tengan en cuenta la especial peligrosidad de este centro de salud a la hora de elaborar el proyecto del futuro centro 'multibarrio' San José-El Zurguén, aunque mucho me temo que lo que allí sucede no es cuestión de que el edificio sea más o menos viejo, sino de quienes lo poblan.
Un centro de salud no es peligroso per se, salvo que se te caiga un techo encima. Lo que ha llevado al Casto Prieto a ocupar el infame podio de los más 'temidos' es la actitud de algunos usuarios y su falta de educación sanitaria. Pacientes que acuden sin cita y exigen ser atendidos inmediatamente. Personas que, si no les gusta lo que escuchan, protestan airadamente. O, como sucedió este miércoles, distintos grupos de vecinos que inician una riña en un espacio sanitario.
Por supuesto, no vamos a generalizar, pero esos pocos son muy ruidosos. Esos pocos van a terminar consiguiendo que una consulta en plena ciudad de Salamanca -generalmente, las más cotizadas- pueda convertirse en un puesto de difícil cobertura. Que cada concurso de traslados sea una oportunidad para huir de los violentos hacia cualquier otro lugar en el que no se acuda con miedo a ejercer la medicina o la enfermería. De momento esto no ha pasado. De hecho, en los últimos concursos de traslados en los que se ofertaron plazas, San José fue punto de destino, pero quienes allí trabajan aseguran que «la situación ha empezado a complicarse y empeorar en los últimos dos años».
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Esa enfermera que el miércoles se encontró con un golpetazo en el pecho sin mediar palabra decidió este jueves que iba a ir a trabajar porque no podía dejar tiradas a sus compañeras.
Le dolía el golpe, sí, pero le dolía más aún por dentro. La frustración de sentir que eligió una profesión que se basa en cuidar de los demás y a ella, sin embargo, le caen puñetazos. Le dolía el miedo de que pueda volver a suceder. El miedo que dan las cosas que no se pueden entender.
Se merecía un respiro. Detenerse un momento para digerir que ella fue a trabajar y se llevó un piñazo, pero sabe que es verano, que muchas de sus compañeras están de vacaciones, que a estas alturas de agosto no hay nadie disponible en la bolsa de trabajo, y que si ella no trabaja, sus compañeras lo van a pasar un poco peor, así que dolida y dolorida acudió este jueves a su puesto.
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