Humildad, sencillez, curiosidad, esfuerzo, responsabilidad, disciplina, creatividad, ambición y un profundo respeto por la ciencia y por servir al conocimiento humano... A poco de que ... Emmanuelle Charpentier pisara el Paraninfo para recibir las insignias doctorales ya pudieron descubrirse los valores que han guiado la trayectoria personal de esta mujer porque los llevaba dibujados en su semblante. Una científica a la que los premios y distinciones no parecen haberle robado la mirada de sorpresa ni esa sonrisa emocionada con la que agradeció a la Universidad de Salamanca y la comunidad universitaria el ser investida como Doctora Honoris Causa en tan histórica institución.
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Sobrecoge escuchar a una de las científicas más brillantes de nuestro tiempo expresándose con tanta modestia y sentido común. Aunque todos los que estábamos allí lo supiéramos, nadie diría que esa mujer joven que ocupaba la cátedra del Paraninfo fuera Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica (2015), Premio Nobel de Química (2020), o miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias (2021), entre otros muchos galardones más. Es lo que tiene el hacerse «grande» en el trabajo silencioso de los laboratorios, donde la doctora Charpentier, como otros muchos miles de investigadores, persevera en seguir preguntándose sobre la vida con «el deseo humano de comprender». Un instinto irrefrenable que la persiguió desde muy joven y que defendió con un discurso admirable, huyendo de personalismos y apelando a la generosidad y al trabajo en equipo (en todas las disciplinas) para ampliar fronteras del conocimiento y abrir nuevos horizontes para el futuro de la humanidad.
¡Ah, qué bien sonaron todas y cada una de sus palabras en tiempos políticos de verborrea tan chusca y huera! Más allá de las «tijeras moleculares» que Emmanuelle Charpentier descubrió junto a otros colegas para editar el genoma y dar un paso de gigante en la historia de la medicina, la agricultura y las ciencias de la vida, la nueva doctora del Claustro salmantino regaló a los asistentes a la ceremonia un manual de principios básicos para ser y estar: vivir con integridad, aprender a levantarse de las derrotas, aunar esfuerzos con los otros, y, muy especialmente, no perder la 'chispa de maravillarse' ante lo desconocido. «Sed curiosos, pero también sed amables», pidió ya casi a punto de concluir. De ahí que el Rector se felicitara porque con la Dra. Charpentier la Universidad de Salamanca acababa de hacerse un poco más universal, un poco más sabia, y también, un poco más humana. No podemos detenernos en el fatalismo.