EL SEXOT SENTIDO

Arde la política

Cuando la política arde, el monte se quema dos veces: una por el fuego real, otra por el humo de las palabras vacías

Cada verano, Castilla y León se enfrenta a los incendios forestales con la misma mezcla de dolor y resignación. El humo, el olor a madera quemada y el cielo de color desolación son parte de nuestro paisaje estival. Como si de un guion gastado se tratara, junto a las llamas se perpetúa otro incendio: el político. Basta con enchufarse a los informativos o navegar por las redes para ver a dirigentes de todos los colores, en esta y en otras Comunidades, compitiendo por quién llega antes a la zona cero o quién luce mejor el chaleco reflectante. Mientras ellos ensayan su pose épica, los verdaderos héroes –bomberos forestales, voluntarios, brigadistas– se juegan la vida trabajando con contratos temporales, sueldos que no se corresponden con el riesgo que asumen y medios insuficientes. Ya se comerán el bocata de lo que sea cuando puedan, si pueden.

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Constituye un insulto a la inteligencia colectiva que, en mitad de una crisis ambiental y económica provocada por el fuego, el debate político se centre en quién gana o pierde décimas en las encuestas. No hay un diálogo serio sobre la prevención, sobre dotar de recursos estables y dignos a los profesionales, sobre reforestación o gestión sostenible del monte. Sólo ruido. Bronca hueca. En este viaje estival a ninguna parte en el que todo arde, lo que parece priorizarse es el titular del día siguiente. La tragedia sirve de escenario para el mercadeo político. Nada tiene que ver con todo eso el patrimonio natural, la historia de nuestros mayores o el futuro de quienes nos sucedan: el fuego no distingue ideologías y la ceniza no vota.

Si de verdad quisieran servir a la gente, nuestros representantes, todos, estarían ahora sentados en una mesa técnica; no en una rueda de prensa aparentemente improvisada. Estarían aprobando presupuestos para la prevención, que es mucho más barata y segura que la extinción, y además crea puestos de trabajo en un campo despoblado. No estarían calculando si la foto de su chaleco circula mejor que la del rival en las redes. Ya lo dicen los más viejos: los incendios se apagan en invierno. ¿Acaso mandamos al paro a los soldados hasta que empieza una guerra? No, ahora los enviamos a otro frente en los camiones rojos de la UME, o les pedimos que se jueguen la vida en esos hidroaviones que recogen agua de un charco para tirarla sobre el infierno.

Cuando la política arde, el monte se quema dos veces: una por el fuego real, otra por el humo de las palabras vacías. Huele mucho a chamusquina. ¿Hasta cuándo?

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