El aviso de Red Eléctrica de España sobre las «variaciones bruscas de tensión» ha devuelto a la actualidad una palabra que creíamos olvidada: apagón. El hecho de que el suministro energético se perdiera hasta en tres ocasiones en la avenida de Portugal y el paseo de la Estación en la noche del miércoles hizo que más de un salmantino bajara corriendo al trastero a por el 'kit de emergencia': el transistor del abuelo, el papel higiénico, esas cosas. Por fortuna, nada tuvo que ver con el cero energético de abril, sino con un cable subterráneo averiado.
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La red española está bajo presión, tensionada por un modelo energético que crece en potencia renovable más rápido de lo que se refuerzan sus cimientos técnicos. Mientras que en los despachos en Madrid se discute sobre reglamentos y plazos, hay un lugar que sabe muy bien lo que significa quedarse sin luz y volver a encender el país: Salamanca.
El pasado 28 de abril, España se apagó. Una súbita bajada de tensión tumbó el sistema y dejó a millones de hogares a oscuras. La reconstrucción comenzó literalmente en las paredes de piedra de las Arribes del Duero. Por primera vez en su historia, la central hidroeléctrica salmantina de Aldeadávila II activaba el protocolo de de arranque autónomo ante un «cero energético». Mientras el resto del país esperaba, el agua salmantina comenzó a girar las turbinas, generar corriente y devolver estabilidad. La respuesta fue inmediata y ejemplar: Salamanca demostraba que sigue siendo un pilar esencial en la red energética española.
Hoy, sin embargo, el panorama resulta desconcertante, tal y como se pudo comprobar en la celebración del Libro Blanco de LA GACETA donde empresas e instituciones reclamaban medidas para provincias generadoras como Salamanca. El hecho es que el 95 % de sus nodos están topados. Eso significa, en términos simples, que no queda espacio para conectar nuevos proyectos ni atraer industria. Resulta inviable, por ejemplo, que una empresa de gestión de datos se instale en la provincia. No hablamos de una utopía: tenemos un Parque Científico en crecimiento con una apuesta por la innovación y una ciudad entera volcada en la atracción de empresas ligadas a la inteligencia artificial y a la tecnología como 'Salamanca Tech' o 'Start up Olé' o la cumbre de 'Systemeu' que consolidará a la ciudad como epicentro europeo de la innovación industrial.
La paradoja es evidente: Salamanca fue clave para mantener encendido el sistema nacional, pero hoy no tiene enchufe para su propio futuro. No por falta de energía —la genera y la exporta— sino porque la red está saturada. Es un cuello de botella que amenaza con dejar a Salamanca fuera del proceso de transición energética. El reparto de capacidad entre territorios apunta a un modelo desigual: mientras algunas zonas del país contarán con amplio margen de crecimiento, otras, como Salamanca, podrían quedar atrapadas en una limitación estructural.
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No se trata de reclamar ventajas ni privilegios, sino de exigir un equilibrio. Durante décadas, esta provincia ha generado energía limpia y constante desde el Duero con un impacto ambiental mínimo y un rendimiento ejemplar para el sistema nacional. Esa aportación merece una contraprestación justa: capacidad de conexión y una planificación que no margine a quien tanto ha dado.
Confío como muchos salmantinos, en que el criterio técnico prevalezca sobre cualquier otro. En que la planificación energética no se convierta en un nuevo mapa de desigualdades. Porque si vuelve a producirse un apagón... siempre quedará la presa de Aldeadávila. Nos incluyan o no en ese horizonte de futuro.
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