Las verbenas y El beso de Klimt
Es una tarea imposible abrir los ojos de los que se lanzan a la cruzada de salvar a las mujeres, que por lo visto no sabemos pensar por nosotras mismas
Dirección a la plaza del pueblo, con inequívoco paso verbenero. Quienes hemos tenido la suerte de pasar los veranos de nuestra juventud «en el pueblo», sabemos que ese era el preludio de noches de verano estelares –afortunadamente no había móviles para grabarlo- que con el paso de los años se convertirían en recuerdos entrañables.
Publicidad
La verbena era, y es, un ingrediente fundamental de nuestras vacaciones estivales. Y a pesar de la evolución que ha experimentado el sector, desde los acordeonistas sobre un remolque que vivimos muchos de nosotros, a los imponentes escenarios de hoy en día, la esencia sigue siendo la misma: artistas intentando dar lo mejor de sí mismos, cuidando el espectáculo con mimo y empleando todos los recursos a su alcance para hacerlo más fascinante aún.
Por eso, noticias como la que hemos conocido hace unos días, llaman la atención. La localidad vizcaína de Arrigorriaga ha decidido vetar la actuación de la Orquesta Vulkano, porque considera que el vestuario de sus cantantes es inadecuado y causa su hipersexualización. Por lo visto este ayuntamiento considera que su deber es proteger a estas artistas, de sí mismas y de su propio criterio en primer lugar. Porque da igual que sean las cantantes las que eligen libremente las prendas. Da igual que tras este grupo salmantino haya casi veinte años de trabajo y experiencia. Da igual que con la cancelación de este contrato se juegue irresponsablemente con los ingresos económicos de una empresa que centra su actividad en las verbenas de verano. Es una tarea casi imposible intentar abrir los ojos de aquellos que se lanzan a la cruzada de salvar a las mujeres, que por lo visto no sabemos pensar por nosotras mismas.
Pero puede ser aún más estrambótico. Hace un tiempo algunos expertos en arte lanzaron la teoría de que tras «El beso», la emblemática obra de Klimt, en realidad se escondía una agresión sexual, en la que la figura femenina intentaba liberarse desesperadamente. Y confieso que he buscado con ahínco esa percepción, pero cuanto más contemplo la obra, menos la veo –y más me hechiza, dicho sea de paso-.
Afortunadamente, vivimos un momento histórico en el que se intenta combatir cualquier conato de desigualdad. La lista de mujeres asesinadas en el marco de la violencia de género sigue creciendo, y a diario conocemos casos cada vez más espeluznantes. Las agresiones sexuales no desaparecen, al contrario, van en aumento. Parecemos vivir un proceso de involución que lleva a los jóvenes, ellos y ellas, a aceptar y normalizar conductas de control y dominación que ya creíamos erradicadas. Por eso resulta tan frustrante escuchar este tipo de reacciones de pseudodefensa de la igualdad, que tan solo llevan a generar corrientes de opinión que las interpretan como extravagancias y se posicionan en contra. O a banalizar la violencia de género, reduciéndola a meras anécdotas. Flaco favor hacen a la causa. Porque mientras se pierde el tiempo buscando tres pies al gato, no se dedica a los casos en los que las mujeres son cosificadas y agredidas de verdad.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión