Dani Hernández durante la sesión de tabajo de ayer en El Tori

«Desde que llegué a Salamanca estoy otra vez feliz; no hay día que no me levante con ilusión»

De vuelta tras su lesión, afirma que el vestuario más parecido en el que ha estado fue el del ascenso en Zamora

Iván Ramajo

Salamanca

Miércoles, 15 de octubre 2025, 11:48

El pasado sábado, con el 1-1 ya en el marcador, Dani Hernández se sacó de la manga —en concreto, de ese brazalete de capitán in pectore— un aspaviento hacia la grada que elevó la temperatura de Las Pistas a niveles solo posibles en el Helmántico. Pedía a los 1.500 aficionados del Salamanca UDS que dieran su último aliento en busca de la victoria que, finalmente, llegó; aunque, en realidad, fue su manera de gritar su vuelta. «Estoy muy feliz», describe ahora con palabras.

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Le ha dado mucha guerra una lesión que, en apariencia, era grave. Después de lo vivido el año pasado, ¿llegó a desesperar?

—Es verdad que era una lesión que no era grave, pero tenía una cicatriz que me molestaba: repetía esfuerzos y me generaba molestias que no me permitían entrenar. Hablé con el club y con el míster; les expuse mi preocupación y tenía muy claro que no podía entrar en ese bucle de entrar y parar. Necesitaba tiempo para estar al cien por cien, que es la única manera en la que uno puede ayudar de verdad al equipo.

Con las lesiones musculares uno puede parar, pero lo que no sabe es cuánto.

—Las lesiones musculares son más de cabeza que físicas, eso es verdad. Si te rompes, sabes los plazos exactos; pero con este tipo de lesiones parece que estás bien, vuelves y la sensación te pone en tu sitio. Hay que tener precaución y paciencia. El error al principio fue mío: quería estar y ayudar, y eso me pasó factura a nivel individual.

¿Era una factura sobre la durísima temporada anterior que vivió en Zamora, donde solo jugó 94 minutos siendo el capitán?

—Obviamente, siendo capitán de la casa durante ocho años seguidos, se me hizo muy duro. Igual de duro fue salir de mi zona de confort. Tuve la suerte de que tanto Carlos como Jorge confiaron en mí; me dejaron claro que contaban conmigo. Ahora estoy otra vez disfrutando del fútbol y entiendo que ellos también de mi experiencia. Al principio lo veía negro cuando salí de Zamora: salir de la zona de confort no es fácil. Desde que llegué a Salamanca estoy otra vez feliz; no hay día que no me levante con ilusión.

No es la zona de confort, pero casi: hay 58 kilómetros del Ruta de la Plata al Helmántico.

—No era la distancia, sino que era mi casa. Después de tanto tiempo, salir del club me parecía impensable. Aquí llegué buscando mi felicidad y la de los que me rodean. Estoy feliz y disfrutando otra vez.

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Hablando de disfrutar, no hubo mejor partido para volver a pisar un campo de fútbol.

—Lo hablábamos después del partido: se notó una superioridad dentro del campo de fútbol que hacía muchísimo que no sentía. Al descanso nos preguntábamos cómo podía ser posible sentir esa superioridad, tener tantas ocasiones y no ir ganando. Es muy difícil, en esta categoría, generar tantas ocasiones con un equipo tan encerrado. La verdad es una gozada tener esa identidad.

La gente ya sabe de lo que sois capaces y va a pedir que se repita una y otra vez. ¿Es posible?

—El deber de cada domingo debe ser acercarnos al nivel del otro día. Meter la pelota o no, no te lo garantiza nadie; pero competir así está en nuestra mano. Veníamos compitiendo bien, aunque los encuentros no fueran tan vistosos. Nos tenemos que exigir dentro y fuera del campo y pelear para estar con los mejores, que es el lugar donde debe estar el Salamanca.

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¿En esa exigencia tiene sitio ahora mismo Dani Hernández? Viene de un parón y sus compañeros muerden por un puesto.

—Ese es el hambre que debemos tener. En la plantilla hay jugadores jóvenes que vienen desde abajo, de Tercera Federación, con mucha hambre, y otros con experiencia en categorías superiores. La competencia interna permite que los equipos grandes consigan cosas bonitas; es una de las claves que nos va a dar el éxito.

¿Alguna temporada anterior vio algo igual o parecido? ¿Y cómo acabó la cosa?

—Hay una seña de identidad propia: nadie se deja ir. Vienen chicos de abajo que lo ponen difícil; ahí está el ejemplo de Carrasco, que al principio no jugaba y ahora ha sido importante en los últimos tres partidos, o Alex Alba, que el otro día fue uno de los mejores. Lo más parecido que me he encontrado es el ascenso de Zamora de Segunda a Primera RFEF. Veía el mismo hambre y esas ganas de hacer cosas bonitas.

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Entiendo que, especialmente, en el Helmántico.

—Obviamente, no hay otro lugar más bonito para jugar que en tu casa. Cuando llegas a Salamanca, lo único que quiere un jugador es hacerlo en el Helmántico; esa es la ilusión. El próximo partido en casa, si ya podemos jugar en el estadio, esperemos seguir con la racha. Solo hay que mantener la idea y así estará más cerca el triunfo.

Dice ilusión. ¿La ilusión de un jugador de 33 años, con la carrera casi hecha, de jugar en el Helmántico?

—Sí. He jugado varias veces en el estadio como visitante y me parece espectacular. Es un campo histórico. Cuando tenía 5 o 6 años era un campo de Primera. Es un privilegio jugar en él y quiero hacerlo de local. Todos tenemos que sumar para hacer del Helmántico un lugar especial esta temporada.

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Los Pajaritos es otro campo que sabe más o menos igual. ¿Ganar en Soria es el golpe sobre la mesa definitivo?

—Cada victoria es un golpe. Y llevamos tres seguidas. Vamos a Soria con ellas y con la humildad suficiente para competir contra un todo poderoso de la categoría como el Numancia, que tiene como objetivo ser primero. Vamos a hacer nuestro partido con humildad y hambre, y a sacar un buen resultado. Tenemos confianza suficiente para hacerlo.

Bajan en Soria las aguas revueltas, ¿eso cómo hay que tomarlo?

—Como peligroso. Las frases hechas en el fútbol están por algo: a entrenador nuevo… Ellos querrán ganar, van a ir con todo después de empatar el otro día en casa y perder en Sarria. Nosotros a lo nuestro, a lo que proponemos. Y si podemos jugar con sus nervios, mucho mejor.

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