Maite Poveda y Ana Iglesias en la consulta.

Profesionales sanitarios al pie del cañón: "Sigo trabajando por ética y responsabilidad"

La odontóloga Maite Poveda se siente más útil que nunca: "No puedes dejar a nadie con dolor desatendido"

Martes, 28 de abril 2020, 22:25

Por responsabilidad con sus pacientes y por ética profesional. Maite Poveda decidió seguir con su trabajo de odontóloga, a pesar del riesgo que en esta crisis sanitaria conlleva el contacto con la gente. "Teníamos libertad para cerrar o para atender urgencias, que fue lo que hice, aunque decidí trabajar sola. Por eso cerré una de las dos consultas que tengo porque el compañero que la lleva es mayor de 60 años y la auxiliar está embarazada. Desde entonces me encargo yo de las urgencias de las dos consultas porque no me parecía ético dejar desatendida a la gente", explica.

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Cuenta que lo más difícil estos días es recordar todo lo que toca mientras atiende a un paciente para después poder cumplir a rajatabla con el ritual de desinfección. "Como tengo que hacer a la vez de dentista y de auxiliar voy apartando cada cosa o producto que toco para luego limpiarlo".

También trata de transmitir tranquilidad a sus pacientes. "A pesar de que hemos incrementado nuestra medidas de protección hacia ellos con el uso de pantallas tienen que entender que se trata de barreras físicas, no sentimentales. Por eso cuando les hablo trato de transmitirles normalidad y de explicarles todo. Y al final el paciente se adapta", reconoce.

En estos días siente que su trabajo es más necesario que nunca "porque no puedes dejar a nadie que tenga dolor desatendido" y recuerda algunos de los casos con los que más se ha emocionado en estas últimas semanas. "Una ONG me trajo de un pueblo de la sierra a un inmigrante que trabajaba en el campo para que lo atendiera y también recuerdo a una chica que tenía una infección que había hecho que se le inflamara toda la cara, incluido el ojo. No quería bajar al hospital porque tenía miedo y la atendí yo". También ha curado a niños con dolores a los que ha tenido que hacer extracciones porque en el hospital solo les medicaban. "La gente es muy agradecida porque le estás quitando el dolor y te cuentan que hasta dar contigo han tenido que llamar a otros tres o cuatro sitios donde solo les atendían por teléfono. Eso hace que te sientas útil", explica.

Reconoce que una de sus mayores preocupaciones ahora es el futuro y qué pasará con sus clínicas y empleados. "Lo más duro es ver que no puedes trabajar de forma normal y que todo el esfuerzo y sacrificio invertido durante muchos años en tu trabajo se está viendo perjudicado con esta situación. Sientes mucha incertidumbre por saber qué pasara con la gente que lleva tanto tiempo trabajando a tu lado. No tengo miedo al contagio, sino a lo que pasará en el futuro", concluye.

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Alba Benito trabaja como auxiliar de enfermería en ASPACE.

“La enfermedad te enseña a valorar las pequeñas cosas”

Tiene 19 años y acude cada día a ASPACE para cuidar de sus “chicos”. Feliz y con la satisfacción de estar haciendo un trabajo que le llena. Se llama Alba Benito y también está al pie del cañón, igual que miles de sanitarios que estos días se dejan la piel y también la salud, como le ocurrió a ella. “Llegué a casa de trabajar y comencé a encontrarme mal, casi sin fuerza, con tos, y ya por la noche empecé con la fiebre”, recuerda ya recuperada tras haberle ganado la batalla al “bicho”. “Estuve mal un par de días, pero el mayor miedo que tenía era haber contagiado a alguno de mis compañeros, a los chicos, o a mi familia, como al final pasó con mi padre. También tenía miedo porque no sabía si el virus podía ir a peor o cómo iba a ser su evolución", reconoce.

En el centro de la asociación que atiende a personas con parálisis cerebral se encarga de las necesidades básicas de todos los usuarios, además de trabajar con ellos la parte de ocio. "Intentamos que estén lo mejor que podemos", reconoce.

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Con las fuerzas ya recuperadas, Alba asegura que también de una situación así se pueden sacar lecciones en la vida. “Al final esta enfermedad te enseña a valorar mucho más las pequeñas cosas que tenemos y también a tu familia. Te hace tomar conciencia de todo lo que te rodea porque la vida ya no va a ser como era antes”.

Cuenta esta joven auxiliar de enfermería que en ASPACE le esperan cada día los “chicos” y que muchos de ellos son conscientes del problema que hay fuera del centro. “Saben que no pueden salir ni ver a sus familias porque hay un bicho y nos preguntan que cuando van a poder verlos otra vez o que cuando van a poder volver a su habitación si por precaución le hemos tenido que separar de su compañero. Intentamos que todos lo lleven bien”, afirma.

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También la rutina del día a día ha cambiado en el centro, donde se han extremado las medidas de higiene para que tanto los “chicos” como el personal que trabaja allí estén lo más protegidos posible frente al virus. “Se aisló a quienes tenían algún síntoma, pero la situación poco a poco está volviendo a la normalidad”, explica nada más llegar a su casa después de otra jornada más de trabajo en primera línea de batalla.

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