¿Cómo empezar de cero tras 15 años preso en Topas?
Nadie esperaba a Juan Antonio Velasco a la salida de Topas. No pudo despedirse de sus padres. Solo ir al funeral
Martes, 27 de diciembre 2022, 10:59
La puerta del Centro Penitenciario de Topas se cierra. Mira hacia atrás mientras suspira tras haber dejado escapar sus sueños y esperanzas entre los barrotes. La soledad lanza su disparo más certero cuando sus ojos se clavan en el exterior de la prisión. Nadie espera a Juan Antonio Velasco al otro lado de la valla. Solo hay silencio. Un billete de ida con destino hacia Salamanca. En realidad, podía ser a cualquier sitio o a ninguna parte.
Publicidad
Su lugar natal, Granada, queda a tanta distancia que sus recuerdos solo se fijan en el día en que pidió el permiso de prisión para el funeral de sus padres. “No pude despedirme de ellos. Fallecieron los dos en un accidente de tráfico”, reconoce mientras sus dedos se resbalan sobre la cara. Es su cuarta noche en el Centro de Atención para Personas sin Hogar de Cruz Roja donde pasará también los días de Navidad. No recuerda la última Nochebuena que vivió fuera de la cárcel. “Se me vienen todos los recuerdos familiares porque en quince años no pude tener una Navidad normal”, reconoce. El recuerdo más presente es el apagado de las luces del centro del penitenciario mientras que su memoria volvía a aquel niño que fue feliz. “No vengo de una familia desestructurada, ni con problemas económicos, solo tengo la culpa yo de haber acabado así”, asume mientras recuerda el mantra que repiten las ONG y que solo al poner rostro a las cifras se torna en realidad: “Acabar en la calle le puede pasar a cualquiera. Nadie estamos exentos de ello”.
Hace poco ha cumplido 41 años y, sin embargo, media vida se le ha esfumado entre los dedos. “Me perdió la juventud y juntarme siempre con malas influencias, robos. Me iba de fiesta de casa a una fiesta techno y no aparecía en cuatro días”, reconoce. Asegura que nunca ha tenido problemas con las drogas, aunque sí que cayó en una depresión cuando perdió a sus padres de los que recuerda las “broncas cuando volvía de casa”. Ahora le gustaría haberlas escuchado en un bucle continuo. Y haberlas hecho caso. Todo sería diferente...”
Tras salir de prisión deambuló por la ciudad. Tenía experiencia de haber dormido en la calle y no quería que se repitiera la experiencia. “En una etapa dormí cuatro días en la calle y recuerdo que el frío te congelaba por dentro mientras pasabas desapercibido para todo el mundo”. Sobre todo, señala que es un universo en el que “no encaja” ya que nunca ha tenido problemas con las adicciones, una situación habitual en las personas que se encuentran en situación de calle. Sin embargo, reconoce que si la situación de “calle” se prolonga caer en ese tipo de sustancias para evadirse es algo lógico.
Su vida se encuentra en una taquilla habilitada en el Centro de Personas sin Hogar. Los trabajadores y educadores de Cruz Roja son ahora mismo su familia. El comedor de Espacio Abierto el lugar donde ir a comer mientras trata de llegar hasta el barrio de San José para tramitar los papeles del paro y tener una ayuda mínima para alquilar una habitación. La cárcel también le dio un oficio. Trabajo de cocinero y desarrolló su tarea de mecánico. “Ahora mismo no tengo ni nada, ni nadie pero me gustaría empezar de cero, aunque sé que es muy difícil. Estás jodido pero después de tanto tiempo es hora de cambiar el chip”, subraya.
Publicidad
Bebe el café caliente recién puesto por los voluntarios mientras se toca las meninges y destaca la importancia de ser “psicológicamente fuerte” para esta nueva aventura en la que se torna la vida. Sus bolsillos están llenos de agujeros. Raídos literalmente por donde se pueden colar los 2 euros que dispone para coger el autobús. El centro de acogida no cierra por la mañana. El director del recurso, Daniel Gordo, mantiene abierto el espacio por la mañana con un doble objetivo: que los usuarios tengan un espacio donde hacer talleres, aprender nuevos recursos y gestionar la documentación como puede ser el Ingreso Mínimo Vital.
Termina de afeitarse para pasar la Nochebuena rodeado de usuarios y de voluntarios de Cruz Roja. Espera que sea “temporal” para que esta vez sí sea en la que de verdad recupere el rumbo de su vida. “Ya no estoy en prisión, pero quiero recuperar mi verdadera libertad”, reconoce quien espera verse dentro de unos años como mecánico en un taller de vehículos. Esta noche de Navidad piensa que por qué no puede tener él una segunda oportunidad. Y mira a los ojos de los héroes con manta.
Publicidad
‘Héroes con manta’
Tanto la Unidad de Emergencia Social como el Centro de Atención para Personas sin Hogar de Cruz Roja tiene en los voluntarios su principal potencial. El seguimiento diario en las ‘ambulancias’ y en el centro lo hacen 45 personas, tanto de forma diurna, como por la noche cuando atienden a la mayoría de sintecho. El voluntariado se turna cada noche, también en estos días navideños, para hacer la ronda desde las diez de la noche hasta las 2 con una ruta por la ciudad de 15 paradas.
Rosa Flores es una de esas voluntarias desde hace un año. Tras jubilarse, vio una oportunidad en seguir ayudando y eligió el proyecto de personas sin hogar. “Aunque la labor parezca dura, es mucho más reconfortante”, reconoce sobre una situación en la que ha podido ver “la vulnerabilidad de frente”. “Las personas sin hogar deben ser más visibles para la sociedad. Yo no paro de aprender de ellos cada noche”, reconoce sobre las enseñanzas que le hacen ser “más humilde y tolerante”. “No son invisibles. Hay que repetirlo”.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión