Con las preguntas de los diputados salmantinos del PP tiene uno la sensación del eterno retorno según la visión oriental del mundo, como si la ... vida fuese un hecho cíclico, donde cada acto, cada instante y cada acontecimiento se repiten eternamente. José Antonio Bermúdez de Castro y María Jesús Moro nos sumergen en un “déjà vu” con esa interpelación al Gobierno sanchista sobre la recuperación del ferrocarril de la Vía de la Plata. Su interés por una línea muerta, abandonada y a tramos desmantelada nos trae a la memoria aquellos amargos años del entonces insensato presidente de la nación y ahora fiel lacayo de la satrapía bolivariana José Luis Rodríguez Zapatero, cuando los parlamentarios populares de esta provincia se desgañitaban exigiendo la vuelta de las locomotoras que desterró Felipe González allá por 1985 debido a su “falta de rentabilidad”. Decían entonces que los ingresos del tren entre Plasencia y Astorga no cubrían ni el 25 % de los gastos que generaba. Por eso, ante la perplejidad, la desidia y la inmutable resignación de los territorios afectados, entre ellos por supuesto Salamanca, los socialistas decidieron cercenar de un tajo una de las patas fundamentales del futuro del olvidado Oeste.
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Con Zapatero en el poder volvió durante unos años la fiebre reaperturista, si bien carente de cualquier atisbo de convicción, por parte de los representantes del PP de Salamanca en el Congreso y el Senado. Por aquel entonces ya ejercía de diputado Bermúdez de Castro y hubo un tiempo en que el tren Ruta de la Plata surgía de túnel del tiempo en todas sus ruedas de prensa, como un eterno fantasma o un espantajo de tintes electorales. Hablamos de los primeros años tras la crisis de 2008, cuando el PP de Salamanca se dedicaba en cuerpo y alma a enumerar ante la ciudadanía una larga lista de incumplimientos de ZP, en la que no podía faltar el abandono del añorado ferrocarril. Tanta plegaria ante el descreído Zapatero no sirvió para nada, si acaso para asegurar la contribución del voto de los salmantinos a la victoria de Mariano Rajoy en 2011. Que no es poco.
Eso sí, una vez instalado el gallego en La Moncloa, el PP provincial recogió las pancartas, devolvió el tren fantasma a los túneles del olvido y del proyecto para la Vía de la Plata nunca más se supo.
Ahora el espectro del rescate del antiguo trazado ha retornado a la actualidad por un reciente estudio elaborado por los ‘iluminados’ mandatarios de Bruselas, que se han acordado del Corredor del Oeste cuando en España ya nadie tenía memoria de su existencia. Con una visión del futuro más potente que la de Isaac Asimov y Julio Verne juntos, en la UE prevén que la Vía podría recuperarse con fondos comunitarios, pero sin prisa: allá por 2050, si es que para entonces queda algo más que matojos rodantes por los pueblos y ciudades de la Ruta.
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Al actual Ejecutivo sanchista no le costaba nada asumir como propio el proyecto. Al fin y al cabo, ni en sueños piensa Sánchez seguir ‘okupando’ los salones monclovitas dentro de 27 años (¿o sí?). Y menos les cuesta a los diputados del PP exigir al Gobierno que acelere la recuperación del ferrocarril y lo incluya en los planes para 2030. Vaya usted a saber a quién le cae el muerto de acometer la reconstrucción y el acondicionamiento de las vías.
Y en eso estamos. Cantos al sol, ectoplasmas de viejas locomotoras circulando por los montes de nuestra imaginación, sueños y quimeras propios de estos tiempos preelectorales. Entre tanto, la cuarta frecuencia del Alvia a Madrid sigue en el limbo y las obras de electrificación de la línea a Fuentes de Oñoro avanzan al paso de un caracol con reúma.
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