Un arrepentido

Michael Schellenberger (californiano, 49 años) ha sido durante muchos años un activista ecologista, pero tras toda una vida dedicada a la causa verde parece que ... ha cambiado hacia la racionalidad y acaba de publicar en Ediciones Deusto un libro titulado “No hay apocalipsis”. En él pone de ropa de pascua a los extremistas que actualmente manejan el cotarro ecologista.

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Según él, el aumento de la temperatura no es uno de los problemas más serios, ni siquiera es el mayor problema ambiental. Y Schellenberger es optimista sobre su resolución, a pesar de lo que dicen los apóstoles del alarmismo ambiental. Para Schellenberger, son los apocalípticos quienes se oponen a las formas más sencillas de controlar el calentamiento, pues una inversión masiva en tecnología, especialmente en energía nuclear, sería suficiente para controlar la crisis climática sin destrozar la economía. Y añade:

“Es cierto que lanzar alertas extremas atrae la atención de los medios y los políticos, pero te dejas por el camino la credibilidad y la legitimidad como movimiento. Sin embargo, si te preocupa el medio ambiente debes contar la verdad, incluso cuando las noticias son buenas, como los avances tecnológicos o los prometedores recortes de emisiones [en occidente]” (El Mundo, 9-III-2021).

Según este autor, ahora la situación está mucho mejor que hace veinte años, cuando el alarmismo estaba más justificado. En verdad, Schellenberger confiesa haber sido en el pasado antinuclear, hasta que lo estudió a fondo, superó sus miedos y llegó a la conclusión de que la energía nuclear es la más limpia y hasta defiende las armas atómicas como garantes de la paz mundial, pues garantizan la destrucción mutua si dos grandes potencias entran en conflicto abierto. Así lo sostiene en el capítulo “La bomba pacífica”, uno de los capítulos –muy criticado- de su libro. “Las armas nucleares se crearon para acabar con las grandes guerras y eso es para todo lo que se usarán en el futuro”.

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Algo semejante a una religión se ha instalado con el ecologismo. Se inventan “nuevas religiones laicas, como ocurrió con el fascismo, con el comunismo y ahora con el ecologismo. Este alarmismo climático, presuntamente secular, tiene a la Naturaleza como nuevo Dios y a los científicos como sus sumos sacerdotes”.

Mirando al futuro, Schelleberger es muy optimista: “Veo un mundo en el que las emisiones de carbono tocaron techo entre 2030 y 2040. En el que los coches se mueven con hidrógeno. En el que la superficie agrícola disminuye cada año. En el que los bosques llevan creciendo más de medio siglo”.

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