No hay que despreciar a Pedro Sánchez en lo que es su especialidad: salirse con la suya. Que es un sujeto sin escrúpulos es algo ... ya sabido y plenamente constatado. Y no me refiero solo a lo sucedido durante las últimas semanas y que culminó ayer, durante el pleno del Congreso de los Diputados en el que se dio luz verde a derogar la sedición, rebajar la malversación y reformar la Ley del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional.
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Me refiero a lo que pasó hace ya unos cuantos años, en la trastienda de aquella reunión del máximo órgano del PSOE, cuando los adversarios de Sánchez descubrieron a este y a sus partidarios amañando la votación en la urna que se había instalado. El escándalo en las filas socialistas fue enorme, según me ha referido en varias ocasiones una persona presente en aquellos acontecimientos. Sin embargo, fuera de esos ámbitos, el hecho ha pasado más desapercibido de lo que debiera, especialmente si se tiene en cuenta que Pedro Sánchez ha terminado siendo presidente del Gobierno y se está llevando por delante todo lo que se cruza en su camino para mantenerse en el poder. Algunos notables socialistas, como los presidentes de Castilla-La Mancha y de Aragón, entre otros, han mostrado su rechazo a la actuación del actual inquilino de la Moncloa y máximo responsable del PS, entendido como Partido Sanchista. Está muy bien que, con la boca pequeña o más grande, hayan expresado su posición.
Sin embargo, las palabras se las lleva el viento y, aquí y ahora, lo que se necesitan son actuaciones contundentes. Se me ocurre una: que tanto Page como Lambán hubieran pedido a los diputados y senadores socialistas que están en las Cortes en representación de las provincias de Castilla La Mancha y de Aragón que voten en contra de lo propuesto por La Moncloa.
De esa manera no hubiesen salido adelante la derogación de la sedición, los cambios en la malversación y la reforma de la Ley del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. ¿Por qué no lo han hecho Page y Lambán? Lo desconozco. Puede que porque diputados y senadores obedezcan más a lo que dicen desde Ferraz y La Moncloa, que a lo que opinan los barones socialistas de sus comunidades autónomas.
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En cualquier caso, lo que se vivió ayer en el Congreso, con un tal Felipe Sicilia hablando de 1936 o las alusiones a intentos de golpe de estado ya sea con tricornios (en referencia al 23 F) o con toga (en alusión a jueces y magistrados) es una buena muestra de la creciente polarización de la política española, que se traslada también, más tarde o temprano a la opinión pública.
No es un asunto que venga de ahora, sino que comenzó ya con Zapatero y se ha acentuado desde que Pedro Sánchez está en el poder. Un Sánchez que, de momento, se está saliendo con la suya. ¿Cómo se combate a un mandatario sin escrúpulos?
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