San Esteban

Así es, hoy celebramos a San Esteban, un santo muy de actualidad, muy presente en nuestros días y en más lugares de los que pensamos. ... Al buen hombre le cayeron pedradas por todos lados, se ve que era incómoda su presencia y molesto su testimonio. Hoy hablar de santos no está de moda, suena anacrónico y trasnochado. Sin embargo quizá sea como lo del buen santo, que resulta incómodo y molesto plantearnos y cuestionarnos el estilo de vida que llevamos. Es cierto que hay que caminar en ilusión y esperanza dejándonos de tantos miedos, inseguridades y profecías de calamidades, ahora bien, algo hemos de poner de nuestra parte. Lo digo porque parece que tendemos al acomodamiento pleno en todos los sentidos, como si solo quisiéramos ir a mesa puesta sin poner nada de nuestra parte. Para muestra la sentencia del juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de mi pueblo, Redondela, que le retira la pensión paterna a un joven que “a los 28 años, no estudia y tiene desinterés en trabajar”. La verdad es que me quedo sin palabras, no voy a opinar sobre este joven en concreto, pero esta actitud está más presente de lo que muchas veces podamos o queramos imaginar. Algo no hemos sabido transmitir para llegar a situaciones como esta o parecidas, en las que los criterios de normalidad se han difuminado o desdibujado por completo. Nos estamos sumergiendo en una dinámica de normalización que desintegra conceptos que considerábamos inamovibles, a riesgo de descalabros irreversibles para la persona. Una cosa es tener cintura y otra muy distinta el contorsionismo en grado extremo, a veces circense, que puede quebrarnos los huesos institucionales, sociales, familiares y personales.

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Entrar en la dinámica de tirar la piedra y esconder la mano entraña riesgos, a veces la piedra pierde la trayectoria y genera daños colaterales. Las directrices de determinados gobiernos y de los grupos políticos están tomando una deriva que, lejos de fomentar el trabajo en equipo y hacer causa común, nos llevan a situaciones verdaderamente complicadas. Hoy hay muchos que, como Esteban el diácono de la Iglesia primigenia de Jerusalén, se convierten en protomártires no del cristianismo, pero sí de políticas y estrategias vergonzantes que poco a poco se establecen sobre un mundo al que llamamos civilizado. Lástima de la fragilidad mental que impera cada vez más, y nos lleva a generar una memoria selectiva capaz de echar tierra encima de cadáveres recientes y desenterrar los huesos de quienes realmente quieren descansar en paz. Mi memoria no alcanza más allá de cincuenta y seis años, incluso menos, pero soy consciente de cómo algunos juegan a los soldaditos desde su rincón de poder, sin importarles los que quedan colgados de una valla o ahogados en la mar navegando en busca de esperanza. Sin el más mínimo dolor por quienes mueren hechos trizas por una ráfaga de metralleta, hombres, mujeres y niños, ahí el género da igual... en fin, creo que a veces entendería al muchacho de mi pueblo.

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