Salmanticense

Que mi lengua se pegue al paladar -dijo el salmista para Jerusalén-, si no te enalteciere, ¡oh Salamanca! Mi pluma no valdría nada si no ... recordara a esta ciudad, que aquel poeta y catedrático, Laínez Alcalá, llamó “Princesa de Occidente”. Pensé traerla de nuevo a esta tribuna mientras veía en televisión “La vida de Pi”, basada en la novela del mismo título de Yann Martel, que fue premiada en 2012, y no solo con cuatro Oscar. En su biografía lo primero que aparece es “Salamanca, España, 25 de junio de 1963”. Razón de ser: los cursos de verano de la Universidad, la Facultad de Filología, un matrimonio de diplomáticos canadienses destinados en Madrid que se matriculan, y el parto. Y ese prestigio de la USAL por la enseñanza del español es el mismo que trajo a Salamanca hace cuatro años al congresista estadounidense por California, Mark Takano, entre cuyo electorado predominan los hispano-hablantes. El entonces alcalde de Salamanca, Fernández Mañueco, le hizo “Huésped distinguido”. Meses antes me había recibido cordialmente en su despacho del Capitolio, muy interesado por las experiencias de la transición, por el golpe de Estado de Tejero, y por su castellano, a mejorar en Salamanca. Cuán ajeno estaba a que aquel formidable templo de la democracia fuera asaltado esta semana, en un “calambre de vergüenza ajena” (como lo califica Camacho en ABC), convulsión análoga a la que en 1981 nos electrizó a los españoles aquel 23F.

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Pero me vengo a esta patria chica para contarles cuánto he disfrutado las pasadas fiestas con los regalos de tres amigos. Envíos mejores que el turrón porque no son pasajeros, sino “pasto espiritual”. Como cada Pascua, me remite puntualmente un romance antañón, facsímil de un “pliego de cordel”, de los que colecciona el mirobrigense José Ramón Cid Cebrián, que debió renacer en pleno Renacimiento. Es procurador de los Tribunales, pero además del Bolsín taurino, como su padre y cofundador, Abraham; criador de mastines de pura raza, caballos pura-sangre y ovejas (cuyos corderos guisa de chuparse los dedos); excepcional folklorista; coleccionista de todo lo relacionado con la francesada, y de instrumentos musicales, especialmente gaitas y tamboriles charros. El romance de este año versa sobre una dama que por sus crímenes acaba en la horca. Recomendación final: “Escarmentad pecadores, / mujeres vivir alerta,/ que quien anda en malos pasos,/ este es el fin que le espera”.

Taurino es el obsequio de Domingo Delgado de la Cámara, porque en el centenario de la cornada y muerte -con 25 años recién cumplidos-, de Joselito “El Gallo”, ha editado un librito con todo lo que ha publicado durante el aniversario “de la tragedia de Talavera”. En él justifica cumplidamente por qué José Gómez “Gallito” es el padre del toreo moderno, que luego perfeccionaron Chicuelo y Manolete. E incluso padre del toro actual. Resulta curioso su documentado relato del cambio ganadero inspirado por el mejor de los toreros, de la casta Vázquez a Vistahermosa, cuyos ejemplares no se agotaban en el caballo y cuatro muletazos. Es cuando Parladé y Santa Coloma, se diversifican en muchos encastes. Por ahí pasaron en el campo charro -según cita-, nada menos que Atanasio, Graciliano y Coquilla. Todos los taurinos deberían leerlo, aunque alguno pueda discrepar.

Hay que ser muy osado para opinar sobre un estupendo libro, “Entre Vistas”, de Trini Ardura, cuando lo hizo en su Escaramuza del lunes Paco Novelty. Lo que pasa es que suscribo de cabo a rabo los elogios del sagaz colega: a la autora, que se afincó entre nosotros y empezó a “hacer teclas” por consejo de quien eligió Salamanca -por algo sería-, para pasar los 25 últimos años de su vida, don Gonzalo Torrente Ballester; su prosa culta, que festonea cada entrevista; el retablo de personas y personajes que concita de la Salamanca finisecular, que hacen del libro una especie de continuación de “Entre visillos” de Carmen Martín Gaite, que reflejó la personalidad de la Salamanca de la postguerra; y para la Diputación Provincial, que está haciendo una labor encomiable editando una serie de autores salmantinos, que sin su apoyo acaso se olvidarán. Por cierto, los dibujos de los entrevistados, de Aída Rubio, excelentes.

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Vuelvo al salmista. Que pierda mi diestra su destreza si me olvidare de ti, ¡oh Salamanca! Suponiendo que poseo cierta destreza, tengo claro que escribo para un diario local, pero -si se me permite el oximorón-, de un “localismo universal”, como acreditan desde hace siglos su hermosura monumental, su sabiduría universitaria, y el ingenio de tantas personas que, o nacieron aquí, o “enhechizados” por ella, eligieron Salamanca para vivir y dedicar sus afanes a esta querida “Princesa de Occidente”.

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