Cada cosa a su tiempo, y los nabos en Adviento. Sí, estamos en ese periodo litúrgico, el más hermoso del año, esperando para celebrar la ... llegada de nuestro churumbel. Pero salvo esa certeza, los españoles ignoramos todo lo demás, cosas tan “intrascendentes”, como si está a salvo la Constitución, cuánto va a durar la Monarquía, si somos una nación o nueve... Nuestro desconocimiento persiste, entre otros motivos, porque quienes están comerciando tan altas cuestiones, sobre no ser ninguno de fiar, lo hacen a cencerros tapados, tapados con paja, práctica usual de cuatreros y contrabandistas para que no se oyeran sus fechorías. Pienso que los únicos que lo saben son -¡pero qué cosas dice don Estella!-, un presidiario y un traidor. Y el traidorzuelo no contesta a los periodistas, ni a María Santísima.
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Adviento sí, nabos también, pero si lo que nos aguarda tiene el valor gastronómico de una nabiza, estamos apañados. Solo he visto valorarla a un amigo al que sus agobiados progenitores mandaban a comer, no sé si al hospicio o a “la mendi” (la Mendicidad), donde era dieta usual la sopa de nabos. Tuvieron que expulsarle porque repetía, y engullía el insípido caldo a dos manos, con dos cucharas. El otro elogio conocido, es el del clérigo cerbatana del Buscón de Quevedo, que daba a sus pupilos una olla en la que flotaba un solitario nabo, que el archipobre decía -Dios le haya perdonado-, “no hay perdiz que los iguale”.
Recuerdo la paz que inundaba el rostro de mi buen padre el día que regresó de las Cortes, tras la votación de la Ley Orgánica del Estado, que culminaba el edificio “constitucional” del franquismo. Lo que ustedes conocieron por el todo queda “atado y bien atado”. Sí, sí. En cuanto dobló el dictador –mi progenitor ya no estaba -, salieron dos desata-nudos, que en un plis-plás, con una brevísima Ley de Reforma Política, lograron que los procuradores en Cortes se hicieran el famoso harakiri, y yendo “de la ley a la ley”, celebrar elecciones libres y aprobar una Constitución democrática de consenso, con el 88% de votos a favor. Y ahí está el menda, con la misma ingenuidad que su señor padre, el mismo candor político, que se creyó constituyente ad eternum, y en su vejez contempla pesaroso los viajes que le tiran a la Carta Magna, magna ma non troppo. Desotro día cumplió 41 añitos, y ya está llena de piteras de las pedradas que le administran podemitas, terroristas, separatistas, Iceta... El problema es que el encargado de protegerla y restañar sus heridas, no está por la labor. Se apellida Sánchez, y le llaman el candidato. Lo es de pacotilla, de chichinabo, y puede hacer un daño terrible a España.
“¿Por qué tu inquina?”, me preguntan algunos amigos socialistas. Pues, coño, está claro: Sánchez llegó mediante una moción de censura, acompañado por lo peor de cada casa; lleva dos investiduras perdidas; es el presidente que lleva más tiempo como “provisional”; ha optado por investirse con el voto de los comunistas, que quieren cargarse el “régimen del 78”, y el apoyo de quienes odian España y quieren separarse de ella; ni siquiera ha intentado un bloque constitucional con PP -a cuyos seguidores detesta-, y Ciudadanos; pacta sin luz y sin taquígrafos con quien está en la cárcel; ha decidido que ni ronda con el Rey, ni otra cosa que no sea libertad para él y sus compinches y el referéndum del adiós; soporta las constantes chulerías secesionistas, y sigue “dialogando”; admite que hay un “conflicto” donde solo existe rebelión; desoye voces de históricos socialistas sensatos, y sigue a Iceta, para el que en España hay -solo-, nueve naciones; llegó a doctor con una tesis plagiada en el 21%, defendiendo oficialmente que eran solamente coincidencias del 0,9%; declara “secreto de Estado” los gastos de viajes en Falcon con familia y amigachos... ¿Sigo, queridos socialdemócratas? La lista de desvergüenzas y cagadas en su propia palabra, no tiene precedentes. ¿Pero dónde vamos, con éste...?
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Lo ha dicho, con toda su enorme categoría, Ignacio Camacho en ABC: “Solo es leal a sí mismo... su carencia de principios ha hecho de la fullería un patrón de conducta, un método y un estilo”. Si el Guerra dijo (injustamente) de Suárez que era como un tahúr del Mississippi, qué no dirá en privado de esta prenda que tiene como secretario general de su partido, un bribón de cosecha, un pícaro de chichinabo -en Adviento y todo el año-, que ha convertido la pretendida altura moral socialista en bajura, en basura. Lo dice más a lo llano un amigo: “¿Por donde saldrá este pedazo de c...?”.
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