Procesionando

Para muchos es la moda de esta semana, una moda efímera que se agota en siete días o incluso en un solo día. Cuestión de ... horas diría yo, porque para muchos la procesión sólo es la suya, las demás carecen de interés. Aún estamos comenzando la Semana Santa y la lluvia de críticas, chismes y comentarios varios es tan grande que parece el diluvio universal. El presidente de la Junta de Semana Santa va a tener tarea durante y después. Antes también la tuvo, que Dios lo pille confesado. ¡Anda que saludar en el pregón primero al presidente de la Junta de Castilla y León y después al obispo!” “Que si las ambulancias detrás de los pasos como si fuera la banda de música”, “que si este capellán no apareció en la procesión”, “que no podemos confundir Castilla con Sevilla”. Suma y sigue, que aún queda semana por delante y muchas hermandades esperando su momento de gloria. Sí, el suyo, no el del Señor. Ahora bien, más allá de toda esta movida semanasantera, como siempre se ha dicho, la verdadera procesión va por dentro. No me cabe la menor duda, este país vive procesiones internas dignas de estudios sociológicos y psicológicos. Me desborda tanta tontería, tanta mentira, manipulación y engaño. Como en las procesiones de estos días, nos quedamos con la parafernalia, la imagen, el incienso y la música, todo menos lo que realmente nos compromete. Unos “tirando de la levita” a propios y extraños, otros más bien en plan cainita, mientras la mayoría ni fu ni fa, ni chicha ni limoná, España no va. Me voy, como muchos, a mi procesión particular, a dos pasos que me preocupan. Los de la infancia a la adolescencia y los de adultos a ancianos. Eso sí que son algo más que pasos de Semana Santa, son un auténtico calvario. El de niño a adolescente conlleva una realidad digna de análisis serio, profundo, honesto y muchas cosas más que como son incómodas mejor pasar de ello y sálvese quien pueda. Bulling, depresiones, violencia doméstica, suicidios, ... que cada uno se busque la vida. ¿Qué han violado a una niña en Badalona? Nos cae lejos y, además, era negra, ¿quién le manda venir a España? A esta España católica, solidaria y semanasantera. Segundo paso, no pasa nada, son los mayores y, por lo tanto, incómodos. Son un gasto para la Seguridad Social y no aportan nada. A veces se ponen intercadentes y cuentan demasiadas batallitas. A mí qué me importa su vida pasada, su esfuerzo, su lucha, su superación. Como mucho me importa su pensión, pero si hay que abandonarlos en el hospital no pasa nada, solo es durante la Semana Santa, que tengo que ir de procesiones, luego los recojo. Esto no son imaginaciones, son hechos reales que acontecen en esta “España de charanga y pandereta, de cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María”. Nos estamos superando, no somos conscientes ni de la procesión que va por dentro. Esa que va cargada de sentimientos, de valores, de dolores y sufrimientos. Esa procesión en la que procesionamos cada día tú y yo, nosotros y los nuestros.

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