Primero hay que llegar a septiembre

Viernes, 15 de julio 2022, 05:00

Casi todo, por no decir todo, pinta mal, o más bien peor, de cara a septiembre y los meses sucesivos. Eso es lo que se ... oye en las conversaciones en bares y terrazas; lo que se escucha en conversaciones entre sesudos analistas políticos, económicos y sabios diversos; lo que se puede leer en los medios de comunicación escritos; lo que nos llega a través de la radio y la televisión. A esta tesis se abonan las previsiones de los organismos e instituciones diversas. La cosa se puede resumir en la siguiente frase: nos espera un curso de aúpa. Y digo yo que, si hay tanta coincidencia, hasta será verdad. Para ello me baso, además, en que el Gobierno de Pedro Sánchez insiste en que la cosa no será para tanto. Y esto último es la prueba del nueve de que pintan bastos ya y de que pintarán más en el futuro.

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La otra idea que se me queda de las conversaciones de estos días es que, como el próximo curso será muy complicado, toca disfrutar de las vacaciones y del verano. No digo yo que no. Pero es como sí ya se hubiese dado por amortizados los quince días que restan del mes de julio y todo agosto. Vamos, como si estos cuarenta cinco y días no existiesen. Y nada más lejos de realidad: es necesario llegar a septiembre y, sobre todo, ver en qué condiciones llegamos. Porque en julio y en agosto pasan muchas cosas, desde el punto de vista económico, financiero y político. Ahí van algunos ejemplos.

En julio de 2007 se desató la crisis de las hipotecas basura en Estado Unidos, que fue el principio de todo lo que vino después; al mismo tiempo, y como consecuencia de lo anterior, el dinero huyo de Wall Street, se refugió en el mercado de materias primas de Chicago y comenzó un fenómeno especulativo sobre los precios de los cereales y oleaginosas.

Pero es que entre julio y agosto del año siguiente, es decir, 2008, se desató la mayor crisis financiera de los últimos tiempos, que todavía arrastramos, con la quiebra de bancos en Estados Unidos que hasta entonces parecían por encima del bien y del mal; en paralelo, los precios de los cereales y las oleaginosas ya habían comenzado a sufrir recortes, víctimas de otro fenómeno especulativo, en este caso a la baja. En años sucesivos, durante lo más álgido del estío, es decir, julio y agosto, vivimos sucesivas tormentas monetarias que pusieron patas arriba los mercados de divisas.

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Y, en lo que respecta a España, en el verano de 2011 Zapatero y Rajoy alcanzaron un pacto para reformar la Constitución tras los avisos que llegaron de Bruselas y del Banco Central Europeo (BCE), después de las peticiones anteriores de rescate formuladas por ZP al responsable de este último y a la Comisión Europea. ¿Hacen falta más ejemplos de que en julio y agosto pasan muchas cosas y muy importantes? Estaremos atentos.

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