Peste y literatura

Domingo, 5 de abril 2020, 05:00

La enfermedad es el hombre

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Blaise Pascal

El profesor Gabriel Albiac acaba de publicar hace unos días (1) un magnífico artículo sobre el tema ... que da título a esta columna y es él quien me ha animado a escribir lo que sigue.

Sólo el hombre tiene el “privilegio” de saber de su muerte, pues los animales, que desconocen su destino, bien pueden sentirse inmortales. Por eso Pascal escribió que el hombre es la enfermedad y, como bien nos recuerda Albiac, “nadie se engañe acerca de eso, la enfermedad no es, en el hombre, un accidente. La enfermedad es el hombre”.

El arquetipo de la peste está ya en Homero, pero el mito lo construye Tucídides en el siglo V antes de nuestra era, cuando en la Guerra del Peloponeso y en pleno cerco de Atenas la peste diezmó la ciudad.

El historiador describe minuciosamente los estragos de esa plaga, que dejó a los supervivientes en tal postración que “ya no les quedaban fuerzas ni para llorar a los que morían”.

Cuatro siglos más tarde Lucrecio tomó ese relato de Tucídides como material para uno de los grandes poemas de la literatura, De rerum natura, cuyos últimos versos (libro VI) son el mejor reflejo de la miseria humana: “La súbita necesidad y la pobreza indujeron a muchos horrores”.

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Más cerca de nosotros está la peste negra, que golpeó Europa desde el siglo XIV hasta los inicios del siglo XVIII. La plaga destruyó campos y ciudades y mató gente a mansalva. Se trataba de una bacteria que no le hubiera durado un minuto a la penicilina.

Giovanni Boccaccio en El Decamerón –una obra literaria de primer nivel–aunó el generoso esfuerzo de aquellos que en las afueras de la Florencia asolada por la plaga de 1348 se ocuparon de evocar en fragmentos luminosos la alegría de vivir que la peste se llevó:

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“¡Cuántos valerosos y nobles hombres, cuántas y cuán hermosas, graciosas y galanas damas, cuántos gentiles y alegres hidalgos... a la mañana comieron con sus amigos, y a la noche cenaron en el otro mundo con sus antepasados!”

Albert Camus abordó mucho más adelante parecido desastre. Se trata de La peste, que transcurre en Orán. Una vez vencida la enfermedad, Rieux (el protagonista) reflexiona así: “Sabía lo que la muchedumbre ignoraba, lo que puede leerse en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás... Y que puede que venga el día en que, para desdicha y enseñanza de los hombres, la peste despierte a sus ratas y las envíe a una ciudad feliz”.

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(1) ABC, 21-marzo-2020

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