Patios libres

SU mirada lo decía todo: algo importante le había pasado aquella mañana. Los ojos le brillaban de la emoción. “¡Mamá, cuando he bajado al recreo ... ya no había conos dividiendo el patio!”, fue lo primero que me comentó mi hijo a la salida del colegio y añadió muy contento: “¡He podido jugar con todos mis amigos, con Aitor y Lucas también!”, los compañeros que este curso están en la otra letra. Después de diecinueve meses, los escolares ya pueden jugar en los recreos sin divisiones, sin mirar con nostalgia a sus compañeros de la clase de al lado, algunos de ellos buenos amigos. Y es que la posibilidad de juntarse en el patio, algo que para nosotros los adultos puede ser insignificante, para los pequeños es un mundo, así que desde el miércoles son un poco más felices.

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Lo cierto es que esa separación de alumnos que no son grupos burbuja en los patios, espacios al aire libre, hacía mucho que no tenía sentido. ¿Por qué podían mezclarse para jugar al baloncesto o al fútbol, o en cualquier otra actividad extraescolar, pero no podían jugar todos juntos en el patio estando al aire libre y utilizando mascarilla?

Los niños se merecen este respiro después de haber pagado, en muchos casos injustificadamente, las consecuencias de la pandemia. Primero, se les señaló por ser ‘supercontagiadores’ y luego se les encerró en casa mientras veían por la ventana cómo los perros sí salían con sus dueños a dar un paseo, aunque fuera corto, un privilegio que ellos no tuvieron hasta más de un mes después y con horario establecido. Sin duda, los niños han pagado un peaje muy alto en esta pandemia. De hecho, se han flexibilizado antes las medidas de ocio de jóvenes y adultos que los recreos de los pequeños.

Lo que ha sucedido en los colegios es igual que absurdo que lo que ocurrió con el inicio de las clases en la universidad. Les recuerdo que a principios de septiembre la Junta de Castilla y León flexibilizó las medidas y los jóvenes pudieron volver a disfrutar del ocio nocturno, sin embargo, en clase tenían que seguir manteniendo la distancia de seguridad, con los consiguientes problemas para que todos los alumnos pudieran acudir a clase de forma presencial. Todo acabó con un cruce de declaraciones del rector de Salamanca y el vicepresidente de la Junta.

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Ya no se puede dar marcha atrás, pero espero que la Consejería de Sanidad haya tomado nota y si hay un repunte no cargue contra los niños porque son los que no están vacunados. Si hay una nueva ola lo que debería de plantear la Junta al Gobierno de Pedro Sánchez son medidas para disuadir a los negacionistas. Seguro que si no se pudiera entrar en los bares sin presentar el certificado de vacunación, más de uno cambiaría de opinión.

De todas formas no hay que ser alarmistas. Los casos están subiendo, sí, pero hay que ver la gravedad de los contagiados y, en cualquier caso, era previsible. Ya lo auguró a comienzos del pasado mes el prestigioso virólogo Adolfo García Sastre durante una visita a Salamanca. Es lógico que aumenten los casos si flexibilizan las medidas de seguridad. Es más fácil contagiarse de la covid-19, pero también de la gripe y de otros tantos virus. En cualquier caso, somos afortunados porque el porcentaje de vacunación es altísimo en España, de forma que la situación no es comparable con la de otros países donde los negacionistas son mayoría y donde hace mucho tiempo que las mascarillas las llevan de adorno.

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En lo que deberían estar pensando ya en la Consejería de Sanidad es en la estrategia para convencer a los padres de que vacunen a sus hijos menores de 12 años una vez que se apruebe la autorización. Ojalá me equivoque, pero, por los comentarios a las puertas de los colegios, ese hueso va a ser duro de roer.

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