En el mismo pleno municipal del pasado viernes aparecieron las dos caras de la oposición. La primera, la más habitual, abonada a la demagogia. La ... segunda, muy excepcional, marcada por la responsabilidad y el sentido de ciudad.
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Sobre ese segundo rostro no hay mucho que decir. El PSOE y el Grupo Mixto apoyaron un plan elaborado por los técnicos del Ayuntamiento para mejorar la calidad de vida, fijar población y crear empleo en la capital durante los próximos años. Un proyecto financiado por la Unión Europea y al que resultaría muy difícil ponerle peros. Si acaso, la falta de concreción, que se debe a que la estrategia está dando sus primeros pasos y por ahora está plagada de palabras bonitas sin medidas concretas ni presupuestos. En todo caso, es una buena idea que el Consistorio se decida a apostar a medio y largo plazo por una economía que vaya más allá del turismo, la hostelería, la sanidad o la educación. Buscar inversiones en otros ámbitos como el de la tecnología o la logística resulta imprescindible si la ciudad quiere mantener su pujanza en las próximas décadas del siglo XXI.
Como bien señaló el portavoz socialista, José Luis Mateos, “se trata de no poner todos los huevos en la misma cesta”. Y el Gobierno municipal se conformaría con que el PSOE y los comunistas de Podemos e Izquierda Unida no se dediquen a cascar los huevos.
Porque ese peligro existe y asoma en cuanto la oposición se pone la máscara de la demagogia, como hizo el mismo viernes durante el debate de dos mociones gemelas sobre la derivación de pacientes de Salamanca a clínicas privadas. Las intervenciones de los ediles socialistas, podemitas y de IU confirmaron que su única intención era desgastar al gobierno municipal de coalición y que la buena salud de los salmantinos les importa un pimiento. Entre otras cosas, porque la sanidad no es competencia municipal sino de la Junta, y hacer campaña electoral con ello no viene a cuento.
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Es verdad que desde el punto de vista de la ideología socialista o comunista cualquier concesión a la empresa privada supone un ataque a sus principios estatalizadores. Ellos preferirían expropiar las clínicas privadas antes que enviar allí a los pacientes que no pueden ser operados en la pública. En todo caso, esa oposición doctrinaria contra las derivaciones les lleva a plantear soluciones tan infantiloides como imposibles: si, como proponen PSOE, UP e IU, fuera posible realizar todas las cirugías y análisis pendientes en los centros públicos de Salamanca, no tendríamos la enorme e inadmisible lista de espera que ahora sufrimos. La limitación de las instalaciones sanitarias y, sobre todo, la escasez de profesionales especializados, provoca que con los medios públicos no solo no se llegue a atender a todos los enfermos que entran en la lista de espera, sino que el número de operaciones y pruebas pendientes aumenta cada día a un ritmo constante.
La Consejería de Sanidad, con buen criterio, entiende que por encima de las ideologías está la salud de los ciudadanos y por eso está dispuesta a gastar un dinero importante en reducir las listas enviando pacientes a la privada, en Salamanca o en Madrid. Es el mismo análisis que hacen los departamentos sanitarios en las comunidades gobernadas por el PSOE, como Castilla-La Mancha, que recurre habitualmente a la derivación de pacientes a la privada. De hecho, Castilla y León es una de las regiones que menos dinero gasta en conciertos con clínicas privadas (y así nos va: estamos entre las cinco comunidades que más tardan en operar).
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Se trata de un atasco que viene de largo. Y no ha sido fruto de la pandemia, como apuntó la concejala del PP María José Fresnadillo. La covid ha empeorado las estadísticas, pero Castilla y León, y sobre todo Salamanca, que encabeza la ‘lista negra’ entre las nueve provincias de la Región, llevan décadas sufriendo el mismo problema.
Solucionarlo debería ser también un ‘asunto de ciudad’ pero la oposición “ha olido sangre” y tira bocados, aunque al morder se le caiga la máscara.
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