Como las orejas de “Platero”, la alegría y la pena. Estas fechas son propicias a ambos extremos. Pero el final de este annus horribilis, ... invita más a la pena, acaso a la esperanza en la vacuna. Son días propensos a la ternura, al perdón, al abrazo y a las ganas de llorar, coño, no solo mientras pelamos la cebolla para la pepitoria. Hay llamadas que le dejan a uno blandito, felicitaciones inesperadas que conmueven, palabras más dulces que el turrón, treguas oportunas en enfrentamientos estériles. Una vez removidos los pordentros, cualquier gesto desata ese nudo que le hicieron a uno de chico, entre los Salesianos y la familia (aquí se viene llorado, hay que tragarse las lágrimas, lo otro es mala educación). La venganza de los mayores es reír cuando algo nos haga verdaderamente gracia, y llorar a gusto cuando nos salga del ciruelo o del moño, según.
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En vísperas de Nochebuena ando apesadumbrado, porque echaré en falta a los míos que no pueden venir. También la agradable cena que solíamos tener un grupo de amigos - invitados por galantería -, para intercambiar recuerdos y renovar afectos. Pero sobre todo recordando a todos los que se ha llevado por delante el virus, porque “en un pañuelo amortajado, llevaban a enterrar el último adiós”, como escribió Gerardo Diego. Y para mis próximos acudo a Campmany. Les diría, uno por uno: “Bajo el dolor yugado de mis cejas/ unciré los dos bueyes de mi llanto, / para labrar la soledad que dejas”.
El estado anímico durante la Navidad, para los que somos cristianos, lo preside un nacimiento hace muchos años, en un pesebre de un pueblecito palestino. El Niño Dios, hoy okupa de nuestro hogar y nuestros corazones. Él nos legó la paz – “la paz os dejo, mi paz os doy” -, pero también nos advirtió : “En el mundo tendréis aflicción”. Sucede que, con nuestras duras contiendas seculares le hemos hecho “una cuna de estiércol en un pesebre de cagajones”, como advirtió con desgarro el Padre Llanos. Será debido a tantas broncas, pero - como dicen en mi pueblo -, por parte viejos se nos han venido encima muchas fatigas y una pandemia del copón. A ver si el Churumbel echa una manita.
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