En 2008 nacieron en España 520.000 niños; diez años después la cifra ha bajado a 373.000. Durante el primer semestre de 2019 el ... número de nacimientos ha sido el más bajo desde 1941. Por otra parte, la edad de la madre en el momento de tener el primer hijo superó –por primera vez- los 31 años en 2018 (25 años en 1975). Una parte relevante de la bajada de los nacimientos se debe a que el número de mujeres en edad fértil ha caído en más de un millón desde 1975. Como es obvio, el número de nacimientos es el producto de la tasa de fecundidad en cada edad multiplicada por el número de mujeres de esa edad y la suma de las tasas de fecundidad, es decir, el número de hijos por mujer (1,23 en 2018. Una cifra baja pero estable).
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Según la Encuesta de Fecundidad del INE (2018) las mujeres españolas en edad fértil desean tener más del doble de los hijos que luego tienen. Por otro lado y siempre según la encuesta del INE, los varones no difieren apenas de las mujeres a la hora de mostrar sus deseos de tener hijos.
Las causas de esta caída demográfica y de esas tremendas diferencias entre el deseo de ser madres y la cruda realidad tienen –como suele ocurrir en las ciencias sociales- causas complejas, aunque algunas son perfectamente detectables. A mi juicio, la más terrible de esas causas es aquella que denunciaba una mujer en el reportaje que El País dedicó el 13-XII-2019 a este asunto:
»Estoy embarazada de cuatro meses, pero lo oculto en mi empresa porque tengo un contrato temporal que está a punto de finalizar y me da miedo que no me lo renueven. Todo mi entorno, de mi abuela a mis amigas, me recomienda que calle en el trabajo. La parte negativa de la maternidad siempre recae en la mujer.
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Por otro lado, ocho de cada 10 madres de 30 a 34 años han dado a luz entre dos y cinco años más tarde de lo que hubieran querido. Y más del 30% de todas las madres encuestadas explican que pospusieron sus embarazos por motivos laborales, de conciliación o económicos. En el citado reportaje, otra mujer, de 38 años y que quedó embarazada por primera vez a los 23, aseguraba que nunca se está en situación lo suficientemente estable como para tomar la decisión de tener hijos.
Aunque a veces se diga que la inmigración va a solucionar este grave problema de la natalidad, conviene saber que tales afirmaciones son falsas. La inmigración puede atemperar el problema demográfico pero jamás lo va a solucionar. Las pruebas empíricas de esta afirmación son tan numerosas como concluyentes.
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