Quién tiene la culpa de que la provincia de Salamanca no tenga un AVE como Dios manda? Vaya usted a saber. Hace dos décadas que ... se perdió esa oportunidad, y no está muy claro quién nos cerró el camino del progreso. Estamos hablando de los primeros años de este siglo, cuando el Gobierno de José María Aznar trazaba el mapa de la alta velocidad, donde Salamanca estaba incluida, y después llegaba José Luis Rodríguez Zapatero inundando el cielo de promesas... que nunca se cumplieron.
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El PP nunca apostó de forma decidida por instalar el tren rápido de Salamanca a Madrid. Llegó a dibujarlo en el Plan de Infraestructuras de 2005 pero todo se quedó en un bosquejo, una somera declaración de intenciones sin soporte presupuestario. Luego llegó el PSOE y prometió el oro y el moro en materia ferroviaria en aquel famoso Plan del Oeste diseñado por el salmantino Jesús Caldera, del que no se cumplió ni una sola línea.
Al final hemos llegado a la segunda década del siglo veinte y en Salamanca seguimos ‘disfrutando’ de trenes del siglo XIX. La mayoría de quienes viajan hoy en los coches de Renfe hasta Madrid tardan tres horas, a una media que apenas llega a los setenta kilómetros.
Podemos repartir tranquilamente las culpas entre los gobiernos del PP y del PSOE. Pero no sería justo repartirlas por igual: quienes han cerrado líneas y se ha negado a dar a los salmantinos un mínimo de confort y de rapidez en los viajes han sido sistemáticamente los socialistas. Como botón de muestra valgan las palabras del entonces secretario de Estado de Planificación e Infraestructuras del Ministerio de Fomento, Víctor Morlán, cuando en 2004 justificó el desprecio a Salamanca diciendo que si la provincia hubiera sido llana como la palma de la mano, entonces quizás sí que nos hubieran construido un AVE. Hay que tener el rostro más duro que la piedra de Villamayor para decir eso. Como si los trayectos a Galicia o al País Vasco fueran menos complicados que la combinación Madrid-Ávila-Salamanca. El caso es que pasó esa oportunidad y luego llegó el PP de Rajoy y nos concedió el premio de consolación: nos dejó sin AVE pero nos ofreció la alternativa de llegar a la capital de España mediante un tren medio rápido que nos llevaría hasta Medina del Campo y de allí a Madrid. Menos da una piedra, que diría el otro.
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Así que en 2015 la ministra Ana Pastor inauguró la conexión rápida (digamos menos lenta) con la Corte, y se fueron poniendo en marcha nuevas frecuencias hasta llegar a cuatro diarias, que tampoco era para tirar cohetes. El caso es que llegó la pandemia y Pedro Sánchez vio el cielo abierto para dejarnos a dos velas, eliminando uno o dos de los convoyes rápidos, con la promesa de recuperarlos en cuanto se superase la crisis sanitaria. Fue un engaño, como tantos otros promovidos por el Gobierno sanchista. Han pasado más de dos años, del virus ya no se acuerdan ni los chinos que lo inventaron, y aquí siguen sin llegar los Alvias prometidos. No recuperan las frecuencias porque dicen que van pocos pasajeros, y van pocos pasajeros porque no hay suficientes trenes como para cuadrar el viaje. Un cachondeo. Como digo, el PP nunca apostó de forma decidida por esta provincia cuando tuvo incluso mayoría absoluta en el Congreso, y al PSOE se le ha llenado la boca con promesas que nunca han tenido la intención de cumplir.
Por tanto, a la pregunta que se plantea hoy en las páginas de LA GACETA sobre si Salamanca es una isla sin AVE, solo cabe una respuesta: estamos aislados y sin AVE, pero, por desgracia, no somos una isla, porque aquí lo más parecido al mar que tenemos es la playa de Congosto.
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Es verdad que el AVE no asegura el futuro, que el paso de la alta velocidad no garantiza el desarrollo de una provincia, pero también está claro que sin AVE todo va cuesta arriba. Y si encima te escatiman el trenecito veloz, llamémosle Alvia... apaga y vámonos.
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