No se engañen. Si Pedro Sánchez pide que nos quitemos la corbata no es para que pasemos menos calor, sino para dejar sitio a la ... soga que pretende colgarnos de aquí a su feliz salida del Gobierno.
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La operación ‘compra de votos’ lleva meses en marcha y se recrudecerá en el próximo año y medio, hasta la convocatoria de elecciones generales. Ese plan de subsidios, subvenciones y todo tipo de ayudas que pretenden hacer a los españoles dependientes de los presupuestos del Estado, requieren de una cantidad ingente de dinero que el Ejecutivo sanchista va a recaudar a costa de apretarnos la soga al cuello hasta que no nos quede resuello.
Hay dos maneras de hacer esa ‘política social’ con la que Sánchez se llena la boca en todas sus alocuciones. Una es regalando dinero público a mansalva a los jóvenes, parados y pobres, y la otra es fomentar la creación de empleo para que haya menos parados y menos pobres. La primera no saca a un país de la crisis y además lleva a incrementar la deuda, pero es la salida preferida de cualquier gobierno socialista o comunista, que es el caso del socialcomunismo que sufrimos en España. La segunda exige trabajar para crear mejores condiciones del mercado laboral y hacer reformas que hagan al país más competitivo, pero los actuales miembros del Ejecutivo ni tienen ganas de trabajar (se les da fatal) ni creen en la competitividad y la economía libre de mercado.
Así que una vez que el Gobierno ha decidido pisar el acelerador del gasto social, tenía otras dos opciones: la primera sería recortar el gasto público desbocado y hacer más eficiente la Administración del Estado (hay cálculos que hablan de 60.000 millones de exceso de gasto por falta de eficiencia). Y la segunda que, como cabía prever, es la que le encanta al Ejecutivo sanchista, consiste en exprimir con los impuestos más altos de la historia a los sufridos contribuyentes hasta sacarles el último céntimo.
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Es verdad que estamos ante un otoño temible porque cuanto pasen los efectos de un verano turísticamente aceptable, los efectos de la inflación y el desabastecimiento de gas serán terribles. Pero probablemente la más negra de las nubes que se ciernen sobre las economías domésticas sea el sablazo fiscal que prepara el Gobierno para disfrutar de los presupuestos del Estado más derrochadores de la historia, con casi 200.000 millones euros a su disposición. Este año en curso los españoles vamos a pagar más que nunca en la historia, 230.000 millones y en 2023 pagaremos todavía más. De hecho, la recaudación de impuestos es la única previsión de las grandes variables económicas sobre la que la ministra Calviño acaba acertando, porque en cuanto al PIB o la inflación no da ni una.
Con corbata o sin ella, tenemos por delante un otoño y un invierno de sufrimiento, aplastados por la inflación, la escasez y la voracidad fiscal.
Y no es que sirva de gran consuelo, pero otras administraciones públicas están aplicando la política contraria a la promovida por el Ejecutivo sanchista. Es el caso de la Junta de Fernández Mañueco, que anuncia “la fiscalidad más baja de la historia” para la presente legislatura, con una rebaja del tramo autonómico del IRPF y nuevas deducciones (limitadas a las zonas rurales). La medida principal del plan de Mañueco consiste en rebajar el tipo mínimo del IRPF del 9,5% al 9%, en el tramo de cero a 12.450 euros. Son algo así como 60 euros que nos ahorramos, que no es gran cosa, pero mucho peor sería que nos apretaran un poco más la soga.
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Esta Junta de PP y Vox, como las anteriores en lo que va de siglo, suele fallar en sus medidas económicas por el limitado alcance de las rebajas fiscales y por la escasa cuantía y complejidad burocrática de las subvenciones. El grueso del ahogo nos llega de Madrid y lo que Sánchez nos saca de un bolsillo Mañueco no nos lo mete por el otro porque no le llega el presupuesto. Somos una Comunidad autónoma más bien pobre y más que lo seremos cuando cambiemos la corbata por la soga.
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