Fracasos

Barsa y Madrileñín a hacer puñetas. Ni copa, ni copón, ni Cristo que lo fundó. Eliminados de la Copa de Su Majestad. Miles de abonados, ... simpatizantes - culés y merengues -, desolados, yendo a trabajar con el cabreo en puntas, y pidiendo la caña y el pincho tortilla abatidos por la pesadumbre. Fracaso de sus fabulosos presupuestos, sus figuras mundiales y sus entrenadores de postín. ¡El acabose! La vida misma, cadena de victorias y derrotas. ¿Pero no habíamos quedado en que estas son dos mentirosas, dos embusteras? Lo decía el viejo poema de Kipling – “If” (Si) -, dedicado a su hijo, que en mi generación pinchábamos en la pared (el poster del sinvergüenza del Ché Guevara vino después). Entre los muchos sies me refiero al “si puedes enfrentarte al triunfo y al fracaso/ y tratar a esos dos impostores de la misma manera”. El final es que, si John soportaba cualquier desdicha, no solo sería dueño de la Tierra, sino “lo que es más, ¡serás un hombre, hijo mío!”. Se lo recordé a un amigo culé anoche y por poco me infla. ¡Pero coño, si solo es fútbol! Niporesas.

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Pero vamos a ver, como se preguntaba León Felipe: “¿Quién no tiene una joroba y un gran saco de lágrimas? / ¿Y quién ha llorado ya bastante?”. Frente a la pregunta hay básicamente dos respuestas: la bíblica del joven que luego sería el Rey David, pidiéndole a Dios, según el salmista, “pon mis lágrimas, si, en tu odre”, el de cuero de oveja. Es la que abraza el Ama de nuestro Gabriel y Galán, y el propio poeta: “Dios lo ha querido así, ¡bendito sea!”. Venir llorado de casa. La otra actitud frente a los fracasos, es negar la resignación. Recuerden la letra de aquella ranchera de José Alfredo Jiménez, que tanto gustaba antañazo: “y si quieren saber de mi pasado, / es preciso decir otra mentira, / les diré que llegué de un mundo raro, / que no sé del dolor, que triunfé en el amor/ y que nunca he llorado”. Tururú. Mintiendo –como un tal Sánchez -, cualquiera. Aunque el mismo cantante mejicano interpretaba otra ranchera en la que decía todo lo contrario. Pedía que le sirvieran muchas copas, porque pensaba seriamente emborracharse, y morir ante cierto fracaso amoroso, “porque sé que de este golpe ya no voy a levantarme”.

Volviendo a León Felipe, reconozco que le tengo devoción, no sé si por sus hermosos poemas, porque he sido en la vida romero, por nacer tan cerquita (en Tábara, Zamora), haber vivido en Sequeros, o porque lo reencontré en sus numerosos admiradores de la Guadalajara mejicana de su triste exilio. A propósito de los malogros, el decía “no te asuste naufragar, / que el tesoro que buscamos, capitán, / no está en el seno del puerto, / sino en el fondo del mar”. La cuestión es que los náufragos, los fracasados, somos muy impacientes, y no descendemos hasta el fondo para encontrar el tesoro de la verdad, lo que sería reflotar, el rescate, el triunfo. Pero siguiendo con el ejemplo de la pobre barquilla mía, el descubrimiento de América se dice que fue gracias a un error de navegación. Y de aquel lamentable fracaso surgió un hecho histórico, una victoria capital para la Humanidad.

Tirando de las cerezas de mi cesto, me encuentro con la muerte, esta misma semana, de George Steiner, un judío pequeñito y mal hecho – Chiquito de la Calzada le llamaría fistro -, malhumorado, pero un gigante del intelecto, pasado - ¿cómo no? -, por Harvard. Nació con una discapacidad, de la que sacó su fortaleza moral, porque su madre y la vida le enseñaron que sin esfuerzo no se logra nada. Y él, que estudió tanto el fracaso, que escribió un libro titulado “Errata”, contando sus frustraciones, confesaba que uno de los más bellos triunfos de su existencia fue el día que logró ¡atarse los zapatos con la mano impedida! En 2002 la USAL le otorgó el Doctorado Honoris Causa (por cierto, de la mano del también gran filólogo, nuestro inolvidable don Ricardo Senabre).

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Saco la última cereza: “Las virtudes del fracaso”, del joven filósofo francés de moda, Charles Pépin. Ante el silencio de Platón, Descartes, Kant... sobre el fracaso, lo analiza y aboga por un cambio de actitud ante los desengaños. En una reciente entrevista en España, Pépin recordaba un tatuaje que por lo visto lleva en su piel Michel Jordan, tenido por el mejor jugador de baloncesto de la historia, un triunfador. Es una cita de Becket: “Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. Vale, pero como el Real Madrid vuelva a perder, me c...

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