¿Femi... qué?

Pasó el 8M que empieza a hacerse cuesta arriba para mucha gente, desconozco si la mayoría, porque en contra de lo que hace la clase ... política yo no me arrogo el saber universal. Sí me gustaría saber qué pensarían mis abuelas. Si creerían una sola palabra de lo que dicen las políticas de todo signo sobre los supuestos avances que hacen en favor de la mujer. Y cómo verían ellas todo este movimiento femenino y esta corriente de feminidad que cada vez siento más fingida y peripuesta. Estoy casi seguro de que cuando les preguntara por el feminismo me espetarían: ¿femi... qué?

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Una de ellas perdió a su marido en la preguerra, con un niño de dos años y embarazada de seis meses del segundo. Vivía en una casa de pueblo, por supuesto sin retrete -sólo corrala- y contaba con su madre, mi bisabuela, también viuda, como único apoyo. A ellas no las sacaron de pobres, si es que alguna vez abandonaron tal condición, ni normas, ni leyes, ni manifestaciones, sino su arrojo. Y la necesidad, que empujaba más que la furia.

Dirán que tengo manía a la política, y no, es a nuestro sistema político, que me lleva a esta crítica, cuando soy defensor de cualquier norma que ayude a la igualdad entre géneros de cualquier tipo. Pero convendremos en que el frentismo divide. En la época de mis abuelas, se resolvían disputas a porrazos. Ahora, es en los tribunales, porque somos una sociedad civilizada. Pamplinas. Una sociedad civilizada es aquella que pone los problemas encima de la mesa, sienta en torno a ella a los más ilustrados y se pone a resolverlos, pensando siempre en los más necesitados o en el bien común. Aquí la política es un deporte, con la particularidad de que no existen reglas, o de que se las saltan cuando quieren, y donde falta la condición principal, para una competitividad sana y equitativa: el fair play.

Presencié la manifestación protagonizada por un grupo de personas ligadas a UGT, frente a su sede de Gran Vía, y la que reunió a unas tres mil. Cantidad importantísima, pero no una marea como nos quieren hacer ver. Por algo será. Mientras, las Chicas de Igualdad, las que se graban en ‘Ins’ y luego borran los videos, siguen con su discurso disruptivo, para mantener la cosa caliente y justificar sus poltronas. Por todo esto no me gusta el sistema, porque hay frentismo permanente, porque no hay fair play, ni nada que se le parezca, y porque, lejos de resolver problemas, los van creando, para luego negarlos o reducirlos a chiquilladas.

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No, chicas de los ministerios, la cuestión es más seria. Mis abuelas ganaron el lugar donde reposan a fuerza de coraje, lejos de enfrentar vagina e intelecto. Urge una norma más de entre las miles que pergeñan con tal de justificar cargos: quince años de vida laboral, para entrar en política. Así vendrán con más experiencia y menos militancia.

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