Me imagino al lector enfrascado en la lectura del periódico mientras degusta un trozo de roscón de Reyes. Puede incluso que lo haya hecho ya ... o que se ponga a ello en las próximas horas. Si alguno es muy meticuloso y guarda, por ejemplo, los recibos o justificantes de pago de algunos productos que compra de un año para otro, habrá podido constatar que el precio de este dulce tradicional en día tan señalado ha registrado un importante incremento en relación con lo que pagó hace doce meses. Y se puede dar con un canto en los dientes si ha logrado hacerse con un roscón, porque hace unos meses se especulaba, exagerando un poco, eso sí, con que nos podríamos quedar sin él, o, en el mejor de los casos, que iba a estar, todavía más por las nubes, como así ha sucedido. La razón era muy simple, la leche escaseaba porque había caído su producción y la nata todavía más. Las harinas y levaduras también se habían disparado de precio y otro tanto se puede decir del azúcar, todos ellos ingredientes básicos del codiciado roscón de Reyes. Y es que una de las constantes del año pasado ha sido justamente esa, la subida de los precios de productos alimentarios de primera necesidad, como consecuencia de la confluencia de una serie de factores, entre los que figuran la invasión de Ucrania o la climatología, con la sequía a la cabeza. Puesto a escribir la carta a los Reyes Magos, aunque sea con un poco de retraso, yo pediría que los precios de los alimentos y la energía se contengan para los consumidores, pero que sean remuneradores para los productores, agricultores y ganaderos, sobre todo.
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La pasada ha sido la noche de la ilusión y de los nervios de los más pequeños y hoy será el momento de comenzar a disfrutar los juguetes y regalos que han traído Melchor, Gaspar y Baltasar, acompañados de sus correspondientes pajes. Además, pequeños y mayores tendrán ocasión de degustar esos roscones siguiendo con una tradición, que me parece va a más. No hay más que ver los reportajes que aparecen en todos los medios de comunicación estos días, sobre dónde comprar el mejor de estos dulces, o el más tradicional o el más innovador. Paseando ayer por las calles de Madrid pude contemplar como una parte significativa de los viandantes llevaban embalajes, cajas y bolsas de todo tipo y tamaño en los que se adivinaban roscones. Rebuscando en mis recuerdos, me parece que a finales del siglo pasado no había tanta tradición de consumir este dulce, que es el postre de las celebraciones navideñas. A partir de mañana toca pensar en las rebajas, en el caso de aquellos que sean partidarios, y todos tendremos que enfrentarnos, no a la cuesta de enero, sino a la cuesta de todo el año, que viene, además, muy empinada desde el punto de vista económico. Además, tocan elecciones. Y no sigo para no amargar el día. De momento ¡Felices Reyes!
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