En la cumbre

No puedo por menos de aprovechar esa gloriosa definición del encuentro entre su santidad el Papa Francisco y la vicepresidenta segunda del gobierno de España, ... como cumbre comunista. Ciertamente a veces estamos cumbres y gloriosos con nuestras interpretaciones y aportaciones. Es justo y necesario hacer presente aquello de “no hay palabra mal dicha si no mal interpretada”. Escribo con conocimiento de causa, que exégetas hay dispuestos a leer entre líneas mensajes que ni por la cabeza de quién escribe han pasado. Quiero creer, desde mi ingenuidad, que así es en la mayoría de los casos, incluido respecto de los papas en general y de Francisco en particular.

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Creo que, más allá de ideologías y creencias, estamos llamados al diálogo y el encuentro en el respeto mutuo. Se trata de, parafraseando la filosofía de Proyecto Hombre, “buscar puntos comunes y sobre esa base enraizarnos y crecer, no solos como en la muerte sino vivos para nosotros mismos y para los demás”. Quizá es cuestión de que cada cual busque la cumbre y desde allí ampliemos los horizontes de nuestra mirada. Es necesario salir del valle de lágrimas y avanzar con miradas más limpias y profundas, libres de prejuicios que tantos perjuicios generan. Aún tenemos muchos momentos cavernícolas en nuestra vida y, unas veces unos, otras veces otros, nos arrastramos mutuamente de los pelos defendiendo nuestra verdad, inconscientes de la dinámica de autodestrucción en la que nos metemos. No es el poder ni el dinero quien corrompe, es nuestra malicia y nuestra maldad, es nuestra debilidad, nuestra incapacidad para posicionarnos, bien por vergüenza o bien por intereses propios, ante actuaciones y situaciones absolutamente deleznables. Ante comentarios desafortunados y maledicentes que se vomitan alegremente conscientes o inconscientes del mal que puedan ocasionar. Ni todas las gracias se pueden reír ni todas se pueden condenar, pero el respeto y la educación no pueden brillar por su ausencia. Llegado a este punto, uno entra en la mar de las confusiones y le asaltan dudas respecto de los intereses que mueven a los medios de información y a los informadores, así como a otros sectores, incluso dentro de la propia Iglesia, para tratar de poner en jaque la figura del Papa Francisco. Realmente ¿es tan mundana la elección del Sumo Pontífice y ha sido un error o son otros los intereses que motivan a tanta descalificación? Ciertamente, con otros papas muchos no discrepaban, simplemente prescindían de su existencia. Con éste, el debate está servido, esperemos que sirva para remover conciencias y no sólo intereses que mucho me temo poco tienen que ver con el Evangelio. “Ninguna desinformación es inocua; por el contrario, fiarse de lo que es falso produce consecuencias nefastas. Incluso una distorsión de la verdad aparentemente leve puede tener efectos peligrosos” (Papa Francisco).

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