El apagón

No son pocos los que piensan y opinan que este apagón, que amenaza con oscurecer nuestras vidas, no deja de ser un invento mal nacido ... fruto de uno o múltiples cerebros, cuyos intereses no alcanzamos a comprender los viles mortales que pululamos sobre la faz de la tierra. Hay quien piensa que se trata de fomentar un consumo desproporcionado e innecesario dentro de una sociedad ya de por sí consumista. Un consumo que generará, como casi siempre, riqueza para unos pocos y pobreza para muchos, además de una supuesta tormenta solar y social.

Publicidad

Mucho me temo, y no creo equivocarme, que el apagón lo venimos sufriendo desde hace mucho tiempo. Son cada vez más las tinieblas y oscuridades que envuelven al mundo en general y al ser humano en particular. Son los pequeños apagones del día a día los que probablemente, si no cambiamos de actitud, nos llevarán a un apagón definitivo.

Las actitudes egoístas, las ambiciones desproporcionadas, las competitividades reinantes y la beligerancia entre los humanos parecen llevarnos poco a poco a cerrar en algún momento la trapa del planeta tierra. Quizá tendríamos que cuestionarnos tú y yo qué parte tenemos en todo esto, preguntarnos sencillamente cuánta luz irradiamos y cuánta sombra generamos. Echar balones fuera y generalizar, confundirnos en medio de la masa es lo más cómodo y lo más fácil. Hoy más que nunca es necesario asomar la cabeza, aún a riesgo de que te la corten, para tratar de poner un poco de luz y sobre todo claridad en medio de tanto despropósito. No es el mundo el que se apaga, somos nosotros quienes lo apagamos cada vez que nos apagamos a nosotros mismos. Cada vez que permitimos que se apaguen en nosotros los valores y los sentimientos. Cada vez que apagamos nuestras ilusiones y nuestras esperanzas. Cada vez que apagamos todo eso en nosotros o en los demás. Cada vez que perdemos oportunidades de hacer el bien y hacerlo bien. Cada vez que cerramos una puerta nos vamos metiendo en una espiral de oscuridad. Cierto es que a veces, visto lo visto, en la sociedad en general y en algunos sectores en particular, dan ganas de decir lo que aquel cura al monaguillo: “apaga y vámonos”. Claro que frente a esto siempre habrá alguien como el alcalde de Vigo, Abel Caballero, capaz de iluminar todo lo que se proponga. Pues ni lo uno ni lo otro, tratemos de buscar un término medio que nos permita caminar sin tropezarnos y avanzar sin deslumbrarnos. Difícil tarea cuando vivimos en un mundo donde a muchos de nuestros semejantes los llamamos ilegales o sin papeles, como si fuese necesario un manual de instrucciones para poder relacionarnos. No sé si ellos serán sin papeles pero lo que sí está, cada vez más claro, es que sí estamos perdiendo los papeles.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad