Cuentos

Cuéntame un cuento, abuelito, ese del murciégalo.

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- Se dice murciélago y no es de Calvarrasa, sino de la lejana China. De una ciudad llamada ... Wuhan. Estaba infectado nadie sabe cómo. Lo metieron en un laboratorio y le vieron el virus, pero mira por cuanto una noche se les escapó. El morciguillo no, que estaba enjaulado, el virus, tan pequeñito que se coló por los barrotes y empezó a viajar y a meterse en la boca y los ojos de las personas, que iban soltando hijos o hermanitos...

- Ese cuento es chino, abuelo, y no me gusta. Prefiero otra vez Blancanieves, que la única envenenada es ella. Venga, uno de Calleja, ¡el de “Juanita la fosforera”!

- Ese es español, querido nieto, pero no me gusta a mí. No te lo cuento, aunque ya te diré el mucho bien que hizo don Saturnino Calleja a los niños españoles de antaño.

A mí también me contaron de chico ese cuento, que alguna vez he calificado de cabronada (perdón), porque no solo no me daba sueño, sino que me lo quitaba, y al conciliarlo me provocaba pesadillas: Juanita, aquella niña pobre que vende fósforos, y una fría noche de invierno con mercancía sin vender, se calienta en un portalillo encendiendo una a una las cerillas, hasta que acaba con el último mixto y muere aterida, encontrándola por la mañana una pareja de municipales.

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Puesto a recordar, hay que ver los cuentos terroríficos que nos endilgaban, y, ojo, que no me refiero a los de Edgar Allan Poe. ¿O no es espantoso el cuento más vendido de la historia, “Cuore”, de Edmundo de Amicis? Ese niño, Marco, cuya madre tiene que dejar el pueblecito italiano para ganarse la vida de sirvienta en Argentina, y cuando deja de tener noticias de ella peregrina en su busca, venciendo mil contrariedades, “De los Apeninos a los Andes”, el océano por medio, hasta que logra encontrarla...¡desahuciada por los médicos! Eso sí, la llegada de Marco le salva milagrosamente la vida. Pero, entretanto, quien lo escucha o ve en televisión, ha permanecido con el alma encogida y gimoteando.

Un cuento recomendable para estas fechas, con el que no se sufre, e incluso provoca carcajadas, es “La caja de ostras”, de Wenceslao Fernández Flórez. Lo cierto es que mueren todos los que quieren comérselas, mientras intentan abrirlas en las bisagras de las puertas, arrojándolas contra el suelo, o armados de cuchillos. Pero ante la conocida resistencia de las valvas a abrirse y mostrar su deliciosa carne -quizá una perla-, con las facas se van cortando torpemente falanges de los dedos, e incluso apuñalándose, por sujetar la ostra contra el pecho. Intentando abrir y deglutir ese “tesoro oceánico”, muere hasta el apuntador, pero les aseguro que es desternillante. El autor gallego hace culpable a un serpentón de mazapán regalado, que desde su caja estuvo mirando impasible cómo se acuchillaban uno a uno los comensales. Cómo será el cuentecillo de tronchante, que un año felicité las Pascuas con su texto impreso, y muchos destinatarios me confesaron que se habían partido de risa. Léanlo en la red y me cuentan. ¡Ni la fosforera, ni Marco!

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Lo que hoy impera entre nosotros son los “cuentos chinos”, esas milongas que nos relatan los políticos, con las que -por increíble que parezca-, engatusan, embaucan, a millones de ciudadanos, que son como niños, y el amigo Juan Manuel de Prada llama masa cretinizada. Por ejemplo, el cuento de la financiación de Podemos, ese partido que venía a limpiar la vida pública, y sacar a la luz los trapos sucios de los otros. Bueno pues la última (la primera fue su fundación con dinero venezolano e iraní), es un cuento de terror para José Manuel Calvente y para cualquiera que se ponga en su pellejo. Abogado honesto del partido, descubre la trama financiera podrida, puede denunciarla y hay que echarle. A los “virginales” podemitas (supongo que a Pablo Iglesias), se les ocurre la fórmula mágica: acusarle de abusos sexuales a una compañera de la asesoría (que mira por cuanto tuvo amoríos con la víbora del moño). ¡Es un argumento fulminante! Despido, calvario, pisoteo de su honor, “yo no he abusado de ninguna”... Al final, la judicatura confirma que Podemos se inventó el acoso sexual y laboral. Despido improcedente e indemnización (que nunca compensará el daño moral inferido). Es terrorífico. El campeón de la limpieza y el feminismo, Sr. Iglesias, es un bellaco más falso que Judas y más corrupto que una ostra atrasada. O España acaba con Pablo Iglesias o Pablo Iglesias acaba con España. Cada día redacta e intenta llevar a la práctica, un relato de terror. No se lo compren.

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