Algunos habíamos notado durante años que algo olía a podrido en los arbitrajes de la Liga. Ocurrían cosas extrañas, como que al Barcelona no le ... pitaran un penalti durante dos años o que el Madrid acabara todos los partidos contra el Barça con un jugador menos. Eran años en los que el equipo catalán se llevaba la mitad de las ligas, mientras el Madrid reinaba en Europa.
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Ahora esas sospechas se han confirmado con esos siete millones de euros (al menos) pagados por la directiva culé al vicepresidente de los árbitros por supuestos informes que ni existen ni se los cree nadie. Y aunque existieran no dejaría de ser una forma descarada de corrupción.
La competición ha estado adulterada durante casi dos décadas. Y no digo que los árbitros se hayan vendido, porque no hace falta. Basta con que el hijo del vicepresidente de los árbitros, que también cobraba del Barça, te lleve en su coche al estadio. Basta con saber que uno de los que deciden quién pita, quién asciende o baja de categoría, te está pidiendo que le pites bien al equipo azulgrana. Basta con elegir a un árbitro con trayectoria antimadridista para pitar al Madrid y otro ‘proculé’ para dirigir el partido del Barça.
Esto es como en las altas instancias de la judicatura, el Tribunal Constitucional o el CGPJ, donde los jueces no tienen que sentenciar contra sus principios, porque quienes les han colocado ahí lo han hecho porque saben que sus principios coinciden con sus intereses. Quien nombra tiene la llave.
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En cualquier país civilizado esto sería un escándalo merecedor del más severo de los castigos. Aquí el Barcelona se irá de rositas, será indultado como los golpistas a quienes apoya casi siempre su directiva.
La sensibilidad de los españoles está tan saturada que no nos escandalizamos ni por la compra de árbitros ni por otra más grave a la que estamos asistiendo en los últimos meses: la compra de votos por parte del Gobierno sanchista.
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Y eso que el Ejecutivo socialcomunista no camufla ni disimula, como han venido haciendo durante dos décadas los culés. En Moncloa la compra de la voluntad de los electores se realiza con descaro, a plena luz del día y con dinero público.
Las elecciones municipales también están dopadas. Los candidatos socialistas salen con el suplemento de los miles de millones de euros que el Gobierno de la nación está repartiendo a diestro y siniestro. El bono cultural joven ha sido uno de los engañabobos más descarados, pero se han aprobado otros muchos cebos para que piquen los votantes. El bono alquiler y los trenes gratis han sido otra forma de dilapidar el dinero que no tenemos (la deuda pública se ha disparado y ya pesa como una enorme losa sobre las generaciones futuras) pero que a Sánchez le sirve para untar a millones de electores. Está derrochando cientos de millones en publicidad gubernamental y ha puesto a tope la maquinaria de propaganda de RTVE. Por si fuera poco, ha subido con generosidad el sueldo de los funcionarios, la paga de los pensionistas, el Ingreso Mínimo Vital o la prestación del desempleo. Y para remate está concediendo la nacionalidad exprés a los nietos de los exiliados de Franco, para completar un abanico de medidas de gracia para no perder las municipales en mayo y ganar las generales en diciembre. De aquí a entonces seguirá lloviendo dinero sobre los votantes. Dinero que sale de una brutal subida de impuestos (con recaudación récord en la historia de España) y llega al bolsillo de Sánchez para repartirlo cual limosna.
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Aun así, tiene que regalar muchos miles y miles de millones para hacer que el PSOE gane el Ayuntamiento de Salamanca. Lo intentará, seguro.
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