El concejal de Turismo del Ayuntamiento de la capital, Fernando Castaño, es de los que no se cortan a la hora de defender al sector ... contra todo y contra todos. Es un tipo de político peculiar, diferente, interesante y a veces un tanto estrambótico. Lo que no se puede decir nunca de Castaño es que no trabaje o que no tenga ideas.
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El caso es que los hosteleros le adoran porque se partió la cara por ellos durante lo más duro de la pandemia, cuando sus compañeros Francisco Igea y Verónica Casado, entonces vicepresidente y consejera de Sanidad de la Junta, se empeñaban en su “estrategia cierrabares” contra viento y marea. Entre otras lindezas, durante las épocas más dañinas del confinamiento, el edil de Turismo denunció que el Gobierno regional había tomado “medidas que jurídicamente no podía hacer”, recordó que no había adoptado las restricciones “desde la eficacia sino desde la dureza” e insistió en que “la economía también es un criterio sanitario”. Leña de todos los colores para los dos miembros de un Gobierno regional supuestamente amigo.
Una de las últimas diatribas contra sus correligionarios naranjas se la lanzó el concejal al ex vicepresidente cuando culpó a “las decisiones de Igea desde la Junta en contra de los autónomos y los electores” del horrible resultado de Cs en las pasadas elecciones autonómicas. Lo suyo es la sinceridad, no la disciplina de partido.
Ahora Castaño vuelve a la carga y, a falta de colegas de Ciudadanos en el Gobierno regional, arremete contra Gonzalo Santonja, el consejero de Cultura nombrado por Vox, por sus olvidos con las academias de español en Salamanca. “El sector del español necesita apoyo y el consejero de Cultura no tiene preparado ningún plan de choque”, criticó, antes de rematar: “Va a resultar que la derechita cobarde son ellos [los de Vox]”. También le atizó por anunciar un centro en Burgos para estudiar los orígenes del español. Y no le falta razón: si la Junta presidida por el salmantino Alfonso Fernández Mañueco está buscando un referente para el estudio del español, qué mejor lugar que Salamanca. Y más cuando aquí se está celebrando el quinto centenario de la muerte de Nebrija.
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Castaño no es un “bien queda” como sí lo es la titular de Educación de la Junta, Rocío Lucas, incapaz de darle un disgustito al Gobierno de Pedro Sánchez por el escándalo del adoctrinamiento socialcomunista en los libros del próximo curso. La consejera, a preguntas de LA GACETA, se limitaba ayer a anunciar que estarán “pendientes” de lo que ocurra con los textos escolares. Una reacción muy tibia si la comparamos con las contundentes declaraciones de la presidenta de Madrid (que sí atiza en este caso al Gobierno sanchista, no como Mañueco), que ha asegurado que pedirá la retirada de todos los libros con “material sectario”.
Aquí en Castilla y León somos más de lealtades inquebrantables. Por eso el presidente Mañueco le ofreció ayer, en su visita a la Zarzuela, la lealtad y admiración al Rey Felipe VI. Como debe ser.
Donde se pasa la Junta es en la lealtad al Ejecutivo de la nación: de tan leales parecemos tontos en muchas ocasiones. Le sucedió al Gobierno regional de PP y Cs durante la pandemia, cuando siguió a pies juntillas las disparatadas y a veces inconstitucionales disposiciones de Sánchez, y le puede ocurrir ahora con el reparto de los fondos europeos. Ayer mismo el consejero de Economía, Carlos Fernández Carriedo, veía “una cierta discrecionalidad política” en la entrega de 50 millones de euros a los parados andaluces unas semanas antes de que vayan a votar. ¿Una cierta discrecionalidad? Esto en Salamanca, donde se enseña el mejor castellano diga lo que diga Santonja, se llama compra de votos. Y lo del reparto de los fondos para luchar contra el desempleo, un agravio a Castilla y León. Con todas las letras.
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