Bienaventurados los que lloran

Miércoles, 29 de abril 2020, 05:00

Son días de lágrimas y cólera. Con los años ambas crecen, porque se han ido demasiados amigos, y ha llegado el desgobierno. Una primavera mas ... risueña que esta, mientras florecía el roble y encañaba la espiga, se me fue con apenas cuarenta años, quien me arrancó unos versos : “Mi llanto por ti, Miguel, querido amigo/no volveré a tus robles en la tarde...”. Comprendí que tenía razón Alberto Cortez al cantar “cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. Pero es que ahora se me han marchado ¡en menos de un mes!, Manolo, Luis y José (pongan los apellidos que quieran). Me falta el lirismo de un Miguel Hernández para requerirles del almendro de nata, porque se han “muerto como del rayo” -maldito seas corona virus-, cuando aún teníamos que hablar de muchas cosas, compañeros del alma, compañeros.

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Se emocionó la ministra de Defensa despidiendo los féretros del Palacio de Hielo: “No estuvísteis solos”, porque los soldados los velaron (supongo que reacción tan humana tiene que ver con su popularidad de hoy -7,2-, sin precedentes en política). Rompió a llorar la presidenta de Madrid, Ayuso, durante el funeral en La Almudena. Y es viral la escena en que Verónica Casado, Consejera de Sanidad de Castilla y León, interrumpe varias veces su recuerdo de los cinco sanitarios de la Comunidad caídos en combate. Esta aguerrida profesional, “Mejor Médico de Familia” del Mundo en 2018, metida ocasional y afortunadamente en política, venía llorada de casa, pero le pudo su humanidad, su condición de médico y se rompió. Sin duda hubiera querido no ya limpiar el rostro de cada uno de los cinco -como la Verónica del Evangelio-, sino que siguieran hoy trabajando al servicio de la legión de contagiados. Tres mujeres. Y yo, con Cervantes, “soy del parecer/ y la experiencia lo enseña,/ que ablandarán una peña, lágrimas de una mujer”.

Si hasta Jesús lloró, no solo en el huerto de los olivos, sino por la muerte de su amigo Lázaro, ¿cómo no vamos a llorar los mortales? Pero fue también Él quien incluyó entre los bienaventurados a “los que lloran, porque ELLOS SERÁN CONSOLADOS”.

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