Los jóvenes que tengan pensado comprarse una casa en un pueblo de Salamanca tendrán premio. El presidente de la Junta anunció ayer un incremento de ... las deducciones en la declaración de la renta, de manera que podrán recuperar hasta 1.500 euros anuales. Ahora solo falta que haya jóvenes con ganas de trasladarse a vivir a poblaciones de menos de mil habitantes, que no está nada claro que aparezca alguno.
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La rebaja forma parte de un paquete de medidas fiscales de apoyo al medio rural con el que Alfonso Fernández Mañueco inaugura el curso político bajo el cartel de “Aquí bajamos impuestos, y no como otros”. Según el presidente, los castellanos y leoneses pagarán menos que nunca, porque su gobierno mantiene el nivel de presión fiscal más bajo de la historia. Esa “alegría” no compensa el feroz sablazo al que nos somete el Gobierno de la nación, que también está en niveles de récord, pero al contrario: nunca el Estado español había recaudado tanto como se prevé este año. Y el que viene será todavía peor.
Mañueco hace lo que puede, que no es mucho, porque el grueso de los impuestos nos los clavan desde Madrid. Ayer casi todas las rebajas estaban destinadas a mejoras para los jóvenes rurales, a fomentar la natalidad y el empleo en los pequeños pueblos, y también a aflojar un poco la soga fiscal sobre los agricultores y ganaderos.
¿Con estas medidas hay alguna posibilidad de que se revierta la sangría demográfica en la Salamanca despoblada? Pues no parece. Algo influirán las rebajas, y será positivo, pero estamos poniendo parches en una provincia donde cada pueblo es un agujero. Como bien sabe Mañueco, para que las comarcas más deprimidas de Salamanca se levanten tendrían que invertirse cientos o miles de millones de euros en buenas infraestructuras de comunicación, en carreteras, internet y telefonía, y en buenos servicios sociales y sanitarios en las cabeceras de comarca. Además, la agricultura y la ganadería tendrían que volver a ser atractivas para los jóvenes, porque ahora con los precios siempre bajos y los costes disparados, no hay manera. No le vamos a mirar el diente al caballo de las rebajas fiscales, pero todavía estamos muy lejos de darle la vuelta a la tortilla.
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Eso sí, las buenas noticias siempre son el mejor eslogan para entrar con paso firme en un curso político que se anuncia apasionante y que desembocará en las elecciones municipales de mayo, donde el PP aspira a recuperar las muchas alcaldías y diputaciones que perdió a manos del PSOE hace poco más de tres años, mientras en Salamanca capital y la Salina todo apunta a que los socialistas seguirán chupando banquillo.
Los populares enfrentan los comicios con las mejores perspectivas, pero en esta España dividida y tensionada hasta el extremo, nueve meses dan para mucho. Y el sanchismo en el poder va utilizar todas las armas financieras, propagandísticas, mediáticas, legales o medio legales, a su disposición para no perder el poder municipal y autonómico en mayo y el nacional a finales de 2023.
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Con esas perspectivas, en el PP reina la impaciencia y en el PSOE el nerviosismo. Los barones regionales y los alcaldes de las principales capitales están aterrorizados ante la sangría de votos que va a suponer para ellos la participación de Sánchez en las elecciones. Todos ellos son conscientes de que resta mucho más de lo que suma pero nadie se atreverá a mandarlo a paseo en el Falcon. ¿Qué votos puede aportar el presidente de un Gobierno que se apoya en los enemigos de España y que ayer mismo le hizo un gran favor al asesino de Miguel Ángel Blanco acercándolo a una prisión vasca donde los recogenueces del PNV le colmarán de permisos y beneficios?
Es para estar nerviosos, claro. Por eso los socialistas de Salamanca salían ayer en tromba a pedir la dimisión de Mañueco por los incendios y a exigirle que mantenga los equipos de extinción durante todo el año. Algo que ya ha prometido la Junta, por cierto. No se habrán enterado.
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