Alta velocidad

Hablar de alta velocidad nos lleva a pensar en los últimos estrenos de la red ferroviaria de este país, dignos de análisis y reflexión aunque ... a algunos no les interese, no sea que descarrilen o pasen a vía muerta sus cargos o puestos de trabajo. Parece que, más allá de la alta velocidad, lo que buscamos es la alta rentabilidad y el beneficio de unos pocos en detrimento de la gran mayoría. La verdad es que son muchos los acontecimientos que, en el mundo en general y en esta España nuestra en particular, merecen reflexión y análisis reposado y crítico, pero para eso no hay alta velocidad ni prisa alguna. Cuando no nos interesa tenemos una gran capacidad para mirar a la derecha o a la izquierda, pero normalmente al lado contrario de dónde se encuentra el problema, conflicto, dificultad o situación. En fin, da igual hablar de trenes que de aviones muertos de risa en aeropuertos muertos de pena, por no decir de asco. Lo triste y preocupante para algunos es la miopía y la sordomudez ante estas realidades, hechos, acontecimientos, actitudes y comportamientos. Aquí nadie se pone colorado, ni siquiera se sonroja cuanto más alguien va a asumir responsabilidades, hacer las maletas y dedicarse a otra cosa. Muchos no es que no quieran, es que no saben, toda la vida con la cabeza inclinada les genera tortícolis crónica. Mientras tanto, el mundo se hace cenizas y se llena de cenizos a alta velocidad. Los cenizos me preocupan en gran medida, porque son los que propician que muchos sueños, proyectos, planteamientos, oportunidades, ... y lo que es peor, que muchas personas queden reducidas a cenizas o hechas polvo. No se puede plasmar en este reducido espacio el mar de sentimientos que genera ver la situación de angustia y dolor que, por distintos motivos, padecen muchas personas. Ni la rabia y la impotencia de no tener la capacidad de dar respuesta a esas personas, viendo al mismo tiempo como se malogran, malgastan, pudren o desaparecen las posibilidades de ayudas. No podemos ser tan cenizos y aceptar siempre pulpo como animal de compañía. Es la humanidad la que padece las consecuencias, unos antes otros después, unos más otros menos, pero más temprano que tarde todos asumiremos los daños provocados por nuestra despreocupación, nuestra dejadez, nuestro egoísmo y nuestro silencio, ... y no serán daños colaterales ni secundarios. No quiero ponerme apocalíptico, pero estamos siendo muy lentos para asumir un cambio radical de actitudes y comportamientos a nivel personal y social. Estamos quemándolo todo, no sólo los bosques, si no también los recursos, los medios y lo que es peor, las personas. Que fácil es disparar con pólvora ajena, sin conciencia ni sentimientos.

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