Morante y su recital con el capote en La Glorieta: «Aquí ha sido y aquí se quedará para siempre»
El maestro cigarrero asegura que la vuelta al ruedo con la que concluyó su tercer y última actuación en este histórico 2025 en Salamanca fue «una cosa de sensibilidad, casi de obligación moral con el público y conmigo mismo». Afirma que la media con la que abrochó su personal y distinguidísimo saludo al segundo todavía no tiene nombre: «Lo tengo que bautizar»
Morante de la Puebla cruzó a pie el ruedo de La Glorieta, con la noche caída, pero entre los golpes del «Jo-sean-tonio» que le ha acompañado durante esta temporada histórica, incluida la apoteósica salida a hombros del pasado 14J, cada una de sus tardes de gloria. «Estoy contento a medias», se expresó con el rictus serio el maestro cigarrero. «Estoy muy contento por el trato de la afición y por el global de mis actuaciones en esta plaza. Pero es verdad, que por una cosa o por otra… Y que he pinchado los dos toros pues no he podido cortar trofeos. Y eso pues da un sabor un poco agridulce, pero sin duda que he recibido el cariño de la afición y he podido complacerle», sentenció a continuación.
Publicidad
A golpes, Morante fue poniendo palabras a lo que antes con el capote y la muleta parecía no tener explicación: «Mi primer toro, fue un toro muy Garcigrande. Lo de Gracigrande a veces lo mismo que se van por fuera un poquito se meten por dentro. Ha sido un toro no que no era fácil y más con el aire, que a veces también se hace más difícil taparle la cara. La verdad es que el toro por el lado derecho sí que lo hacía muy bien y por el lado izquierdo había que esperar la paradita. Y esperando la paradita y poniéndola, poniéndosela de verdad, el toro acudía con buen son». Ahí brotó un cambio de mano monumental.
Lo que vino en el segundo de partida fue un recital, por la imaginación y la torería que preñó toda su actuación con el capote, en el que desempolvó el galleo del bú de los libros de historia taurina. Esa fue la coda, antes había venido un saludo personalísimo, de invención propia en el que recibe a los toros dando chicuelinas solo con medio capote: «He conseguido esa redondez que me había faltado otras veces; en El Puerto (de Santa María) me tuve que tirar al suelo porque el toro me comía, aquel toro fue muy complicado y no pude redondearlo lúcidamente, aquí sí. Aquí ha sido y aquí se quedará para siempre».
Como la media inverosímil en el que el capote se quedo muerto y pareció abrochar sin sostenerlo, no fue ni de salón, sino otra cosa. Ni él mismo supo muy bien cómo había nacido ni cómo finalizó. Por no tener, no tiene ni nombre: «Tengo que pensar cómo bautizarlo, la verdad».
La vuelta al ruedo después de todo lo vivido, sentido y, finalmente, dicho resultó eterna, como su toreo: «Yo creo que dar la vuelta al ruedo era una cosa de sensibilidad, casi de obligación moral con el público y conmigo mismo. Creo que ha sido una vuelta al rodo muy bonita, donde el público lo ha celebrado mucho y donde yo también, por supuesto, me he sentido muy halagado».
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión