Juan del Álamo, ante su mano a mano final en la Copa Chenel: «No será fácil ganarme»

«La Copa Chenel ha sido un encuentro con mi vida, con lo que perdí como torero, por eso todo está siendo como un sueño y lo estoy viviendo al máximo en todos los sentidos». Así arranca Juan del Álamo la charla como previa a la cita del domingo en Colmenar Viejo (Madrid). Reconoce que al principio tenía dudas. No en vano, en aquella primera cita del pasado 11 de marzo, llevaba más de año y medio sin vestirse de luces: «No solo tenía dudas, también incertidumbre e inseguridad. En cuanto salió el primer toro se me quitaron. A partir de ahí empecé a desplegar las alas y vi que era capaz. El toro es mi vida y si en algo puedo encaminar mi vida y la de mi gente es delante del toro».

En esta nueva etapa reconoce que se siente «muy capaz»: «Siento cada vez más mi momento e interpreto mejor lo que siento. Así he conseguido devolverle la confianza a mi gente, e incluso a las empresas y, poco a poco, vamos abriéndonos camino». Todo esfuerzo tiene su recompensa y ahí dice que su estado forma y de ánimo es «fruto de la dedicación, del trabajo, del esfuerzo, de vivir para esto».

Ahora mira para atrás añorando su paso por las grandes plazas y tiene fe ciega en volver a ellas: «Tengo una edad, y aunque siempre he vivido el toreo con pasión, cuando estuve en las ferias no tuve la madurez suficiente para disfrutarlo y aprovecharlo. Ahora soy más feliz y lo disfruto». Pese a las dudas de las que hablaba del inicio de la Copa Chenel confiesa que llegar a la final lo veía «difícil»: «Participaban toreros muy hechos, que están en las ferias. He llegado hasta aquí pero aún tengo mucho más que decir y que dar. No he tocado ese techo y eso me divierte y estimula», confiesa. Y esos deseos van más allá: «Estoy como loco por volver a entrar en las ferias y pelearme con todos los toreros del escalafón. Tengo ganas de guerra y quiero volver a saborear la miel de las grandes plazas...».

En la final a tres del pasado sábado cortó una oreja a un toro de Ana Romero y perdió al menos otra por una extravagancia que no esperaba nadie, entrando a matar a muy larga distancia, con una carrerilla sorprendente que arrancó subido al estribo con el toro casi en los medios. ¿Cómo se explica ese arrebato? «Fue improvisado, nunca lo pensé. Cuando me cuadré con el toro vi que estaba muy agarrado al piso y quise darle un poco más de distancia de lo normal, eso le sorprendió a la gente, a la que oía diciéndome que le diera más sitio; y me separé más, y seguían diciéndomelo, me separé más; y así seguí e incluso llegué a escuchar una voz que, en broma o en serio, me dijo que me subiera al estribo... Y me subí. Aunque si me descuido me termino subiendo al tendido...», comenta entre risas. «Fue algo improvisado», confiesa.

Sabe el revuelo que se ha formado, que no todo el mundo habla bien de lo que hizo, pero se queda con la polémica. «Si llega a entrar la espada, se hubiera visto de otra forma», aunque confiesa que no tiene previsto incluir esa suerte en su repertorio. ¿Fue consciente de que le pudo costar el pase a la final? «Sí, pero no me arrepiento. Fue una locura. En la plaza, los toreros tenemos arrebatos. De lo que sí me arrepiento es de no haberlo lucido más».

Ahora, con su nombre colgado del cartel de la final de este domingo en Colmenar Viejo (17:30 horas con Telemadrid en directo) se enfrentará a reses de Zacarías Moreno, Palha y Montealto, mano a mano con Isaac Fonseca, un joven valor azteca que brilló en su etapa novilleril, tomó la alternativa el año pasado y la confirmó este San Isidro: «Me recuerda a mí en mis inicios, lo da todo. Igual no le ha entrado aún el toreo en la cabeza porque es muy nuevo, y eso lo da el tiempo, pero usa todas sus armas, y tira para adelante con todo. Va a ser un rival muy duro. Seas como seas y tengas el concepto que tengas, cuando uno le pone todas ganas que él le pone tiene mucho ganado. La final va a ser muy interesante. No va a ser fácil poder conmigo, que nadie lo dude».

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