Un momento de la protesta contra la tala de árboles en la plaza del Oeste. ARCHIVO

Top 5 de los casos más insólitos que han pasado en el último año por los Juzgados de Salamanca

De los vestidos rotos y los insultos escritos con pintalabios al activista que gritaba «soy un árbol más». Cinco juicios recientes que demuestran que la realidad judicial a veces supera a la ficción

M. C.

SALAMANCA

Lunes, 15 de septiembre 2025, 06:00

Los juzgados de Salamanca han vivido en el último año procesos que, más allá de la condena o la absolución, llaman la atención por lo insólito de sus hechos. Desde peleas de vecindario que acabaron en delito de odio hasta el abogado que se arañó el cuello en plena vista oral para convencer al juez de sus alegatos. También hubo quien rajó los vestidos y manchó con lejía la ropa interior de su compañera de piso, un hombre que pidió refugio en casa de su ex para terminar agrediéndola sexualmente, o un activista que gritaba «soy un árbol más» cuando era detenido en plena protesta. Cinco procesos muy distintos entre sí que, por su singularidad, se han convertido en algunos de los casos más comentados en los pasillos judiciales de la ciudad.

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Uno de estos episodios se produjo durante unas Navidades en pleno centro de Salamanca, cuando una joven echó de casa a su compañera de piso y al día siguiente la víctima se encontró su ropa destrozada, manchada con lejía y hasta una maleta con insultos escritos con su propio pintalabios. La juez la condenó por daños, aunque la absolvió de hurto, en un juicio que se convirtió en un desfile de reproches cruzados y versiones contrapuestas, con episodios de celos e incluso la discusión sobre un supuesto perro que, según la acusada, nunca existió.

Tampoco pasó desapercibido el insólito gesto de un conocido abogado salmantino que, en pleno juicio por violencia de género, se arañó el cuello frente al juez para intentar mostrar que las marcas que presentaba el denunciante podían ser autoinfligidas. La escena sorprendió a todos los presentes y terminó inclinando la balanza hacia la absolución de su clienta, en el que fue además el primer proceso de este tipo celebrado en Salamanca con una supuesta víctima trans.

Otro caso que parece sacado de un guion de ficción tuvo como escenario la Audiencia Provincial: un hombre llamó a la puerta de su ex pidiéndole refugio porque, según dijo, le perseguían. Ella le dejó pasar, pero lo que parecía una noche de auxilio terminó en agresión sexual. Tras forzarla en la cama, se despidió con un desconcertante «no te enfades». El tribunal lo condenó a tres años de cárcel y a indemnizar a la víctima, que ya había recibido el dinero antes de la sentencia.

Las protestas vecinales por la tala de los perales en la plaza del Oeste también terminaron en el banquillo. En medio del despliegue policial, un activista se resistió a la detención mientras proclamaba «soy un árbol más». La frase se convirtió en símbolo de la protesta, pero a él le costó 2.700 euros entre multa e indemnizaciones tras un juicio en el que aceptó los hechos.

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Y en el ámbito rural, los juzgados también han tenido que intervenir en peleas de vecindario. Una mujer fue condenada por un delito de odio tras años de insultos homófobos a su vecina, a la que llamaba desde «lesbiana de mierda» hasta «tu hijo es un bastardo», incluso delante del menor. La Audiencia impuso prisión, multa, indemnización e inhabilitación profesional, en una sentencia que dejó claro que esos desprecios reiterados habían convertido la convivencia en un infierno.

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