De Vitoria a Salamanca a pie como homenaje: «Para motivarme, me hice esa promesa»
El magistrado Paco García y su hijo Julen recorrieron la distancia entre la plaza de la Virgen Blanca y la Plaza Mayor para reivindicar a cientos de salmantinos, que como sus padres y tíos, emigraron a Vitoria
Tocaron la Plaza Mayor de Salamanca a las 13:15 horas. Paco García, magistrado de la Audiencia Provincial de Álava, apoyado en dos bastones y acompañado por su hijo, Julen, cumplía una promesa de juventud, pero, sobre todo rendía homenaje al camino que hicieron tantos salmantinos que emigraron en la década de los 50 y 60 del siglo XX al País Vasco, en plena época de la industrialización.
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Hace 14 días partieron desde la plaza de la Virgen Blanca, el icono de la capital vasca coronado por el monumento a la batalla de Vitoria. «En total han sido 417 kilómetros a pie, mientras que por autovía son 355», explicó minutos después de llegar a la Plaza Mayor, donde fueron recibidos por la concejala de Relaciones Institucionales, Carmen Seguín, y el alcalde de La Vellés, Javier Marcos, quienes les ofrecieron el privilegio de contemplar el ágora desde el balcón del Ayuntamiento.
Paco García nació en Vitoria, pero sus padres y sus abuelos eran originarios de Salamanca. Como ellos, siete de sus nueve tíos también emigraron a la capital alavesa. En concreto, del municipio de La Vellés que se convirtió en su destino habitual en el periodo estival. «Para mí era como la serie de Verano Azul». Así se forjó su primer vínculo familiar con la provincia. El segundo llegó en la etapa académica. Se trasladó a Salamanca para estudiar COU y hacer la carrera de Derecho. Tras unos años en el extranjero y un periodo largo de preparación para las oposiciones a la judicatura «en régimen monacal» se prometió a sí mismo que, si lograba la plaza, recorrería andando las dos ciudades de su vida. «En aquel momento, para motivarme, me hice esa promesa», rememora sobre aquel impulso juvenil que le ayudó a superar uno de los procesos selectivos más exigentes del Estado.
Aunque consiguió la plaza, la promesa se fue aplazando hasta que, treinta años después, la ha cumplido junto a su hijo, Julen, quien le ha servido de guía. «Mi hijo tiene ahora 18 años y, además, maneja la tecnología para saber cuáles eran los mejores caminos», apunta nada más llegar a la capital del Tormes.
Reconoce que el inicio fue duro y que a la segunda etapa de 35 kilómetros pensó en abandonar. «Creía que lo dejábamos porque cuando terminaba el día no podía ni moverme». La orografía hasta llegar a Burgos fue bastante complicada. «Hasta Valladolid fue más sufrimiento que disfrute y a partir de ahí, cuando el cuerpo ya asume los achaques, empezamos a disfrutar más».
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Sin embargo, más allá de su promesa personal ha querido hacer un reconocimiento a varias generaciones de emigrantes. «Mientras cumplía mi promesa, recorría los 417 kilómetros que ya hicieron en sentido contrario mis padres, mis tíos y tantos salmantinos, así como zamoranos y extremeños que se fueron en la época de la industrialización a Vitoria, donde encontraron una vida más próspera y ayudaron, a su vez, a prosperar a las ciudades a las que llegaron», afirma.
Pone como ejemplo el crecimiento de población que experimentó Vitoria, que pasó de tener 50.000 habitantes a superar los 200.000 en menos de 30 años. «Hay muchísima gente vinculada a Salamanca de una u otra manera. Mi vecino era de Parada de Rubiales, el médico tenía relación con Salamanca, mi profesor había estudiado en la Universidad», concluye.
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