Toda una vida bordando la «historia» de Salamanca: «Es uno de los más costosos y complejos de Europa»
Feli Cañada, maestra de 40 alumnas, mantiene viva una de las tradiciones más emblemáticas de Salamanca
Sergio García
Salamanca
Miércoles, 10 de septiembre 2025, 11:11
A sus casi 90 años, Feli Cañada sigue siendo un referente indiscutible del traje charro, una de las señas de identidad más importantes de Salamanca. Comenzó a coser con apenas 19 años y, desde entonces, no ha dejado de enseñar, bordar y luchar por mantener viva una tradición que ella no duda en definir como «nuestra tradición».
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Con paciencia y amor, continúa transmitiendo a sus alumnas no solo la técnica, sino también el respeto por un atuendo que considera «uno de los más costosos y completos de Europa». El minucioso bordado, la pedrería incrustada en el manteo y las interminables horas de trabajo convierten cada pieza en una verdadera obra de arte, que puede tardar años en completarse. «La persona que lo hace sabe el sacrificio que le ha costado», recalca.
A día de hoy, Feli sigue trabajando activamente «Todavía sigo dando clases. Tengo 40 alumnas y doy dos días a la semana», cuenta con orgullo. Aunque aún le falta algunos meses para cumplir los 90 años no se detiene. «Es lo que me hace feliz, una vocación que tengo desde pequeña. En el colegio la maestra que tuve me decía que yo había nacido para esto», explica Feli Cañada.
Su pasión por el traje charro la ha llevado más allá de las fronteras salmantinas. Viajó a Bucarest, donde descubrió que los bordados masculinos charros tienen su origen en las familias rumanas que llegaron con Carlos I. También estuvo en Murano, Italia, para conocer de cerca el cristal con el que se adornan los trajes auténticos, en contraposición a las imitaciones de menor calidad que hoy circulan. «El cristal de Murano es una joya, es finísimo y el trabajo queda precioso. Bueno, ¡cuando las vi me hubiera traído camiones y camiones de aquellas piedrecitas!», relata emocionada.
Feli también guarda recuerdos imborrables, como aquel desfile en Gijón en el que un grupo de Canadá lució trajes inspirados en el traje charro. «Ellos agradecían a España, pero yo quería gritar: ¡No, Salamanca!», recuerda entre risas.
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Sin embargo, también confiesa sentir tristeza al ver cómo las nuevas generaciones perciben el traje charro como algo incómodo o anticuado. «No valoran lo que significa. Vestirse de charro es un acto de respeto a nuestras raíces», insiste.
Una de sus mayores frustraciones es la falta de un museo digno en Salamanca que conserve y exponga esta parte tan importante de la cultura salmantina. «He luchado toda mi vida por un buen museo. Tenemos un pequeño espacio en la Diputación, pero no es suficiente me pare ce una miga jina. Es una pena que la gente no conozca bien nuestro traje», lamenta.
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