La tienda que detiene el tiempo en pleno corazón de la ciudad: «No tenemos prisa por cerrar, aquí lo pasamos bien»
José Miguel y Lola llevan 30 años haciendo del coleccionismo un hobby en la calle Corral de Villaverde
En pleno centro de la ciudad, en la calle Corral de Villaverde, se encuentra un rincón en el que el tiempo parece detenerse. Y es que, desde el primer momento en el que cruzas la puerta de Matusalén Antigüedades, sientes que has entrado en un lugar diferente, donde cada objeto tiene historia y cada vitrina es un viaje a otra época. Entre sus cuatro paredes, hay relojes de bolsillo que guardan el tic-tac de generaciones, fotografías que conservan miradas y recuerdos y joyas que reflejan la delicadeza del pasado.
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Detrás de su mostrador, está José Miguel, un hombre jubilado cuya pasión por las reliquias del pasado sigue intacta. La tienda, no obstante, es propiedad de su mujer, Lola Gómez, pero juntos han convertido este bajo en algo más que un negocio: en un hogar para quienes valoran lo auténtico. Y es que, como él mismo dice, «esto tiene que funcionar como un hobby, no como un negocio».
En su interior, los recuerdos y las historias que José Miguel y su mujer atesoran están 'vivos'. Como lleva tres décadas en la misma ubicación, José Miguel se 'atreve' a hacer una comparación sobre lo mucho que ha cambiado el género y su clientela hasta ahora. «Antes se vendían más los muebles, se vendían las lámparas... Hoy en día, nos dedicamos a género más pequeño… Ahora vendemos cosas que cualquiera puede poner en casa», asegura mostrando la emoción que le sigue manteniendo unido al negocio en el que se puede palpar claramente su entusiasmo con solo ver cómo tiene las vitrinas, donde ahora predominan joyas, relojes de bolsillo, relojes de pulsera, pinturas y fotografías, ordenadas con esmero.
Pero lo que realmente hace especial a Matusalén Antigüedades es la relación que José Miguel y Lola mantienen con sus clientes. «La gente que viene a preguntar, la gente que no sabe lo que tiene y necesita un punto de referencia... Eso es lo que me alegra. Me gusta que siga habiendo gente con esa curiosidad», afirma. Y es que, en este negocio, el objetivo no es solo vender, sino acompañar a quienes buscan orientación, curiosidad y placer por lo auténtico. Por eso, cada cliente que entra en la tienda es tratado como un amigo. «Yo siempre digo que hay que dejar a la persona que mire y luego que hable. Aquí me lo paso bien. Es el único fin que tengo como hobby mío que es», comenta José Miguel.
30 años de dedicación
Tres décadas después, José Miguel recuerda cómo fueron los primeros días en la tienda. «Los primeros días tuvimos que aguantar, aguantar y aguantar. Teníamos poco género y, al final, darte a conocer cuesta mucho. Nosotros lo conseguimos gracias al boca a boca. Este tipo de negocios no se llenan de género de golpe. Al principio, los coleccionistas se iban a Madrid a comprar y aquí te exigían más cosas. Tener poco género y comprar poco a poco nos costó mucho», rememora.
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Es por ello por lo que José Miguel explica la importancia de enamorarse de lo que se vende: «Si no te gustan tus cosas, no puedes venderlas. Tienes que enamorarte de las piezas. Te fastidia venderlas, pero el negocio es un negocio. Sería ridículo decir que no ganas dinero. Tienes que ganar dinero. Si no lo haces, ¿de qué vives?».
Como en casa
Tal y como recalca José Miguel para LA GACETA, el objetivo que se fija cada día que sube la trapa en Matusalén Antigüedades no es solo vender, sino acompañar a quienes buscan orientación, curiosidad y placer por lo auténtico. Cada cliente es tratado como un amigo. «Yo siempre digo que hay que dejar que la persona mire y que luego hable. Aquí me lo paso bien. Ese es mi único fin», añade. De hecho, José Miguel recuerda cómo ha habido mucha gente que ha llegado y se ha dado cuenta de que una de las piezas que hay en nuestras vitrinas era de su familia. «Alguna que otra persona ha entrado y me ha dicho '¡Anda! Si eso era de mi suegro'. Yo me conozco la historia de cada pieza. Sé dónde fue comprada, cómo llegó a la tienda y, a veces, incluso la historia de las familias que la poseyeron», afirma.
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Cuando llega el momento de tasar, José Miguel no deja nada al azar: «Primero hay que estudiar. No basta con mirar. Hay que analizar la época, los materiales y todo el contexto. He hecho varios cursos de tasación y, a partir de ahí, se investigan época y materiales». «Mientras disfrutemos… Mientras tengamos fuerza para subir la trapa… En el momento en el que diga 'Cerramos', cerraremos, pero, por ahora, no tengo prisa. Ninguno de los dos la tenemos», comenta con una sonrisa.
Los objetos más valiosos y el cambio de la demanda
Sobre los objetos más valiosos que hay entre las cuatro paredes de su negocio, José Miguel señala que el valor del oro marca la diferencia: algunos relojes importantes pueden alcanzar precios de entre 3.000 y 3.500 euros, aunque casi siempre son objetos que se buscan a petición de los clientes. Y es que, pese a que no siempre los suele tener expuestos, su presencia en la tienda refleja la calidad y la historia que guardan cada una de las piezas.
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Por último, sobre lo más antiguo de Matusalén, José Miguel subraya que siempre han trabajado con piezas desde finales del siglo XIX. En el ámbito de la pintura, destaca un cambio notable en el mercado. Pintores muy conocidos de la ciudad, como Zacarías González o Jerónimo Prieto, han experimentado una caída considerable en la venta de sus obras, además de los relojes de pared, que también se han ido comprando menos.
Un orden que cautiva y el cambio de la clientela
Una vez que traspasas la puerta del negocio de José Miguel y Lola, es imposible no prestar atención a cada detalle. En cada una de sus vitrinas, hay desde relojes que pueden superar varios miles de euros hasta fotografías estereoscópicas de los años 20, utilizadas por el propio José Miguel para crear calendarios exclusivos y limitados.
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Sobre los clientes, José Miguel asegura que han ido cambiando con el tiempo, pero, pese a ello, la esencia de la tienda ha permanecido intacta y lo sigue haciendo. Hoy en día, entran turistas, coleccionistas de fotografía, amantes de la pintura salmantina y curiosos que buscan una joya, un reloj o simplemente un momento de pausa. Es por ello que el valor de Matusalén no está solo en los objetos antiguos que ofrece, sino en la experiencia humana, en la sensación de confianza, cercanía y tranquilidad que transmiten sus dueños, los cuales usan las palabras 'honestidad', 'seriedad' y 'relación' para hacer alusión a los pilares que, durante tanto tiempo, han sostenido su negocio.
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