«Con los terremotos del pasado podemos saber lo que puede ocurrir en el futuro»
El catedrático en Geología, Pablo G. Silva, participa en el proyecto 'Qtectiberia', que reconstruye seísmos para comprobar su peligrosidad y recurrencia
Salamanca
Viernes, 1 de agosto 2025, 07:00
«Estudiando el pasado podemos saber qué es lo que puede ocurrir en el futuro». Así resume Pablo G. Silva, catedrático de Geomorfología y Riesgos Geológicos de la Universidad de Salamanca, una labor en la que lleva trabajando tres décadas. Puede resumirse en unas palabras, pero es en realidad un proceso arduo a medio camino entre la arqueología y la sismología.
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Es el proyecto 'Qtectiberia', realizado en colaboración con diversas instituciones educativas españolas y del ámbito internacional. Tras otros dos proyectos, este pretende reconstruir los grandes terremotos que asolaron la península a través de dos vías: los restos arqueológicos que quedaron en pie tras estos desastres naturales y unas técnicas predictivas implementadas mediante el sistema de información geográfica. De esta forma, se pretende completar el historial sísmico de la península ibérica para afinar períodos de recurrencia de los seísmos más potentes y redefinir la peligrosidad sísmica, además de entender la vulnerabilidad de estructuras históricas con criterios más precisos que permitan su conservación y restauración.
En el ámbito arqueológico, este trabajo tiene su epicentro en Baelo Claudia. «Es como un museo de arqueosismología», asegura Pablo G. Silva. Es un Conjunto Arqueológico Romano situado prácticamente a pie de playa en la provincia de Cádiz, a apenas 20 kilómetros de Tarifa. Baelo Claudia fue fundada en la Antigua Roma bajo el imperio de Claudio y se trató de un punto estratégico dada su ubicación en el Estrecho de Gibraltar. El terremoto acaecido alrededor del año 390 y el posterior tsunami provocó su destrucción y abandono, pero siglos después sirve para comprobar, a través de sus ruinas, el nivel de daño y deformaciones que sufren las estructuras y pavimentos en función de la potencia del seísmo.
Por otro lado, están los programas informáticos que generan escenarios en los que pueden producirse terremotos. Dicho de otra forma, se aplican en poblaciones reales —con el número de habitantes y edificios actuales— los terremotos que afectaron a la zona en siglos pasados. «Recreamos con todos los datos que tenemos los terremotos de Torrevieja de 1829 y Arenas del Rey en 1884, ya que hay informes muy precisos, pero con la población y viviendas actuales. También lo reproducimos si ocurre en invierno o en verano, porque en esas zonas la población se multiplica» explica el catedrático.
Terremotos en la península
España y Portugal son áreas con actividad sísmica, aunque se considera moderada en comparación con otras zonas del mundo. Es decir, un terremoto con una magnitud de 8,8 en la Escala de Richter como el que hizo temblar la tierra en el Pacífico Norte el pasado miércoles es prácticamente imposible que suceda en suelo peninsular. «Los grandes terremotos como el ocurrido en Rusia se producen en zona de subducción, donde una placa tectónica se mete por debajo de la otra, aquí no tenemos subducción», aclara Pablo G. Silva.
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Hay un límite de placas tectónicas cerca de la península —la falla entre la placa Euroasiática y la placa Africana atraviesa el Mediterráneo, razón por la que el sureste de España es la zona con más actividad del país—, pero ninguna pasa justo por debajo. Por ello, la magnitud máxima a la que puede llegar un seísmo en la zona es de 6,9 o 7,0, lejos del terremoto de Valdivia (Chile) en 1960, que es hasta la fecha el de mayor magnitud registrado con 9,5. Sin embargo, más allá de esta medición, también es importante la profundidad a la que se produzca un terremoto: a menor profundidad, es más peligroso pero se siente en un radio de extensión menor.
Desde el destructivo terremoto de Lisboa en 1755 —se dejó sentir con intensidad en Salamanca causando daños en edificios históricos— que ocasionó también un tsunami con una ola de 15 metros que arrasó la costa atlántica, se han producido hasta ocho grandes seísmos en la península o cerca de ella que han dejado víctimas mortales. El último de ellos se produjo en la localidad murciana de Lorca el 11 de mayo de 2011, que obtuvo un fatal balance de nueve fallecidos. En Salamanca, se producen varios terremotos al año, especialmente en el oeste de la provincia, pero son casi imperceptibles, ya que no suelen sobrepasar la magnitud 3. Por tanto, están lejos de los que hacen temblar otras zonas del mundo.
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