El salmantino que planeó matar a Franco para salvar la República
El cabo José Rico Martín lideró en el cuartel de Ceuta una conspiración urgente que planeó el mismo 18 de julio de 1936 acabar con el general a su llegada de África en el «Dragón Rapide»
Mañana del 18 de julio de 1936. En el cuartel del Batallón de Cazadores del Serrallo nº 8 de Ceuta, un grupo de cabos y soldados fieles a la República preparan una respuesta contra el levantamiento iniciado contra el Gobierno el día anterior en Canarias. Se espera que el general Francisco Franco, que a esa hora está despegando en el «Dragón Rapide», llegue a la ciudad al día siguiente para ponerse al frente del Ejército de África. El cabo salmantino José Rico Martín, uno de los cabecillas de la incipiente conspiración, decide ofrecerse para hacer guardia en la puerta del acuartelamiento. Pretende ser el primero en recibir al líder rebelde y ejecutar él mismo el plan organizado: dispararle a matar.
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La historia de España pudo cambiar de haber tenido éxito esta conjura fallida. Con las primeras noticias de la rebelión de Franco el día 17, Ceuta había sido tomada en pocas horas por los militares comandados por el teniente coronel Juan Yagüe sin pegar un solo tiro. Nadie se atrevió a oponer resistencia. Esa noche y mientras hacían su patrulla habitual, los cabos José Rico y Pedro Veintemillas vieron estremecidos cómo en las calles los grupos de falangistas detenían a civiles y asaltaban sedes de partidos políticos.
El acuartelamiento ceutí solía ser destino de soldados de reemplazo y de veteranos peninsulares, en su mayoría jóvenes que buscaban en el Ejército un futuro mejor. Este era el caso del salmantino José Rico, que salió de su pueblo como voluntario a los 21 años y fue destinado a la plaza norteafricana. De creencias hondamente republicanas adquiridas en su entorno familiar en Monleras, donde creció, sentía la necesidad de oponerse al movimiento. En la mañana del 18, en una pequeña habitación del cuartel se mantenía una primera reunión secreta entre Rico, Veintemillas y dos cabos veteranos más, Anselmo Carrasco y Pablo Frutos.
El plan se concretó en una segunda reunión, y era simple. Cuando Franco entrase al día siguiente, 19 de julio, en el patio del cuartel para pasar revista a las tropas, el propio Rico, que esperaría en la entrada, dispararía contra el general rebelde. Los demás implicados, desde la primera planta del edificio, apuntarían al resto de militares para inmovilizarlos. Otro grupo se desplegaría por la ciudad para informar del atentado y recabar el apoyo de la población.
El salmantino ocupó su puesto de guardia en la puerta. Con él vigilaba el cabo Rodríguez, que revelaría después en el consejo de guerra que Rico le preguntó qué le parecía el movimiento. «Le contesté que llevaba dos días de servicio y que no me había informado, y él respondió que este movimiento iba contra el Gobierno, y que si nosotros fuéramos hombres deberíamos ponernos a favor de ellos e ir contra nuestros oficiales y jefes. Añadió que ya había implicado a los seis centinelas de la guardia». Este testimonio fue desvelado por el historiador ceutí Francisco Sánchez Montoya, quien en 2003 dio a conocer la historia de la conspiración que quiso matar a Franco tras consultar cientos de documentos en el Archivo Militar de Ceuta. En 2004, los hechos serían recogidos en su libro «Ceuta y el Norte de África. República, Guerra y Represión. 1931-1944».
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Mientras el avión de Franco hacía escalas en Agadir y Casablanca hasta su destino, la tensión se mascaba entre los participantes de la trama secreta, «dispuestos a abortar el golpe subversivo de los facciosos», según declararían después». Pero con contaban con la delación de uno de los soldados jóvenes implicados, que dio cuenta ese mismo día a sus superiores del complot organizado para frenar de raíz el golpe de Estado.
Alarmado, el coronel jefe dio aviso al cuerpo de guardia y, mientras Franco aterrizaba en Tetuán, desde donde se desplazaría el día 19 a Ceuta, los implicados fueron detenidos: sargento de Artillería Bernardo Garea Duque, cabos Amadeo Delgado, Pedro Veintemillas, Rufino Marcos, José Rico y Anselmo Carrasco, los soldados Felipe Navas y Sanchez Téllez, miembro de la anarquista CNT. Según se detalló en el consejo de guerra, el total de acusados fue de más de 50 militares y civiles. La Guardia Civil se hizo cargo de los detenidos quienes, custodiados por la Legión, fueron trasladados a unos viejos barracones para tomarles declaración.
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«Entré en un pequeño despacho sin ventanas y un brigada me tomó la filiación y comenzó a interrogarme. Aún no había terminado la primera pregunta cuando sobre mi espalda sentí un golpe de vergajo. Para que me recuperara me echaban agua de un botijo, pero yo lo negaba todo». Asi lo contó después uno de los supervivientes, el anarquista Francisco Sánchez Téllez. Tras concluir las declaraciones el 20 de julio, les hicieron subir a un camión, los pusieron de rodillas y los trasladaron a la fortaleza-prisión ceutí del Monte Hacho.
El 26 de julio dieron comienzo los autos de procesamiento de los cabos y soldados de Infantería implicados, acusados, según afirmó el teniente coronel Ramón Buesa, de «complicidad para la organización de un movimiento sedicioso con el fin de atentar contra la vida del excelentísimo señor jefe de las Fuerzas Militares Francisco Franco Bahamonde». Sin embargo, cuando aún no se había iniciado el consejo de guerra, una patrulla de falangistas accedió el 21 de enero impunemente a la fortaleza del Hacho y sacó de sus celdas a los cabos Veintemillas y Marcos. Sus cuerpos aparecieron horas después con sendos tiros en la cabeza en el depósito de cadáveres del cementerio.
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En marzo comenzó el consejo de guerra en el Cuartel de Sanidad, presidido por el teniente coronel Ricardo Seco. El juez Buesa dictaminó el veredicto esperado:culpables. «Fue un juicio aparente, sin testigos ni nada», contó después Téllez, quien recordaba las palabras del juez: 'No sois españoles, sois todos unos cobardes traidores a la patria», a lo que el cabo salmantino José Rico replicó: «Juré defender una España democrática y la defiendo porque soy español; los traidores a la patria sois vosotros».
De los 41 procesados, y tras la ejecución de dos de ellos por los falangistas, cinco fueron condenados a morir fusilados; ocho, a cadena perpetua; 13, a penas de cárcel y 13 fueron absueltos. En la madrugada del 17 de abril de 1937, un piquete de los Regulares de Ceuta fusilaba al sargento Garea, los cabos Rico, Carrasco y Lombau y el soldado Navas en el exterior de la fortaleza del Monte Hacho, en la Puerta Málaga.
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