Dos personas se hidratan con agua fresca en el centro de Salamanca. LAYA

El riesgo de la deshidratación para los riñones y el debate sobre la influencia en el ictus

Los especialistas comentan la posibilidad de que las olas de calor se traduzcan en un aumento de los fallos renales y cerebrovasculares

Javier Hernández

Salamanca

Lunes, 11 de agosto 2025, 19:22

Las olas de calor están asociadas a un incremento de los fallos orgánicos -por descompensación- y, en el peor de los casos, de la mortalidad, como se encarga de recoger el El Sistema de Monitorización de la Mortalidad (Momo).

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Existen diversos estudios que recogen cómo el exceso de temperatura empeora el estado de salud de las personas y, en concreto, podría relacionarse con los fallos renales y con el incremento de los ictus, aunque no todos los especialistas están de acuerdo al respecto.

La doctora Pilar Fraile -jefa del servicio de Nefrología del Hospital de Salamanca- confirma que «la enfermedad renal empeora con el calor» y aclara que la clave radica en la deshidratación. «Estos episodios de calor pueden agudizar o empeorar a los pacientes. Se traducen en trastornos renales agudos o en crónicos reagudizados», indica.

El calor produce una bajada de la tensión, pero no se activa la sensación de sed y la persona se deshidrata. «Le sucede a los ancianos, que se les inhibe el centro de la sed. Tienen más pérdidas de agua y menos entradas porque sudan mucho, pero no beben», afirma Fraile. Esa deshidratación desemboca en fallos renales de diversa gravedad.

También la deshidratación es el factor que se asocia con un posible aumento de los ictus durante las olas de calor, pero es una teoría controvertida.

El responsable de la Unidad del Ictus del Hospital de Salamanca, José Alberto Vizcaya, expone que «hay varios estudios multicéntricos que han tocado este tema, pensando que el aumento de las temperaturas durante las olas de calor podría derivar en deshidratación y que la deshidratación puede promover, en palabras sencillas, que la sangre se coagule más y aumente el riesgo de ictus». «Este proceso explicaría que los pacientes tuvieran más eventos vasculares agudos en dicho contexto, pero por otro lado se han hecho múltiples estudios en Japón y en Polonia, entre otros, donde se concluyó que los cambios estacionales no tienen relación con un aumento real en la incidencia de eventos vasculares en los pacientes».

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De hecho, el neurólogo apunta que «otros estudios vieron que había, incluso, más ictus en invierno» por lo que reafirma que «no hay evidencia científica sólida que nos haga pensar que los cambios estacionales tengan una relación directa con el aumento del riesgo de padecer un ictus».

Otros trabajos de observación también prestan atención en un teórico incremento de los ictus en la población joven, pero el neurólogo del Complejo Asistencial de Salamanca cree que hay que tener en cuenta que entre la población joven «hay más información y reconocen más precozmente los síntomas que antes pasaban desapercibidos». «La gente ha creado conciencia de que hay que acudir pronto al hospital y nosotros también intentamos diagnosticar más a los pacientes, por eso parecen aumentar los casos entre los pacientes menores de 65 años», concluye.

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