Alfonso Romero, durante su charla en la Torre de los Anaya.
ENTREVISTA A ALFONSO BORREGO

«Quiero que los españoles pidan perdón, pero por haberse ido de América tras la conquista»

Es promotor del reconocimiento por la UNESCO del Camino Real Tierra Adentro y bisnieto de Gerónimo, el líder apache más temido

Belén Hernández

Salamanca

Domingo, 12 de octubre 2025, 06:45

Alfonso Borrego es el principal promotor para el reconocimiento por la Unesco de la porción estadounidense (ya lo es en su parte mexicana) del Camino Real de Tierra Adentro, en cooperación con el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. Esta ruta, que unió durante más de tres siglos Ciudad de México con Santa Fe, surge en 1598 con la misión exploradora del español Juan de Oñate. Su estudio le llevó a investigar también la supuesta «leyenda negra» de la conquista española. Sostiene que todo lo negativo era un mito, «y lo he comprobado hablando». Da gracias a la colonización española y defiende que de lo único de lo que deben pedir perdón los españoles es por haberse marchado. Este viernes ha recalado en Salamanca para presidir la mesa redonda «Hablando con España» junto a Jorge Carrera dentro de un tour por varias ciudades españolas como Oviedo, Pamplona, Santiago, Toledo y Madrid.

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Usted ha contado que creció creyendo que los españoles habían arrasado América. ¿En qué momento descubrió que esa historia no cuadraba y qué le llevó a replanteárselo?

—Yo estudio el Camino Real de Tierra Adentro, y durante ese trabajo comencé a recordar cosas que me enseñaban de niño. Me di cuenta de que, con los ojos de hoy, había mucha discriminación. En mi pueblo aún pregunto a los turistas qué les enseñaron sobre los españoles, y todos repiten que fueron los peores, que robaron todo y mataron a los indios. Solo una jovencita me dijo que nunca había oído eso. Todos los demás sí. Hace unos 16 años empecé a investigar por mi cuenta. Ya había trabajado sobre el Camino Real, pero entonces profundicé en su otro lado, y muchas cosas que aprendí de niño, incluso dentro de mi familia, dejaron de cuadrar.

¿Cuál fue la primera prueba o hallazgo que le hizo pensar que la versión oficial de la colonización española era injusta o incompleta?

—Ha habido muchas pruebas, pero lo primero fue el supuesto de que los españoles mataron a todos los indios. Sé que tengo sangre india por mi ADN, así que eso ya no cuadraba. Además, desde 1975 trabajé con comunidades indígenas en el negocio de la joyería, y conocía bien las reservas. Cuando preguntaba quién extraía la plata antes de los españoles, nadie sabía responder. No lo hacía nadie porque no tenían ni la tecnología ni la necesidad. También escuché historias como la de Juan de Oñate, de quien se decía que cortó el pie derecho a todos los guerreros de un pueblo. Investigando descubrí que no había registros fiables, que en su expedición solo iban 120 soldados… y que era imposible. Muchas cosas no encajaban. Por eso comencé a dar charlas, porque me di cuenta de que a mucha gente simplemente le habían enseñado mal.

En sus conferencias insiste en que «donde hubo españoles hay indios, y donde hubo gringos no quedó nada». ¿Qué cree que explica esa diferencia tan radical entre los dos modelos de colonización?

—Yo no lo veo como colonización. Los ingleses trajeron colonos; los españoles vivían con nosotros. No eran santos, pero su relación con los pueblos indígenas fue distinta. Hoy en día hay comunidades indias por todo Estados Unidos, pero las reservas que hicieron los americanos en el siglo XIX se han quedado en nada. En cambio, las zonas donde estuvieron los españoles se poblaron. Muchos indígenas hablan español y la mayoría son católicos. Esa es la vida que heredamos.

Usted es historiador y artista, pero también bisnieto de Gerónimo, un símbolo de la resistencia apache. ¿Cómo convive en su identidad esa doble herencia, la indígena y la hispana?

—Esa identidad es reciente para mí. Toda mi vida crecí pensando que los españoles eran los peores y que los indios eran salvajes. No crecí como nativo: vivo en la frontera entre México y Estados Unidos, donde decir que eras mexicano era considerado de baja clase. En las escuelas no se hablaba español, ni se podía llevar un burrito a clase. No se usaba la palabra «racismo», pero existía. Ahora, tras conocer la verdad, me siento orgulloso. Todo lo negativo era un mito, y lo he comprobado hablando, viajando y divulgando. En todas las charlas se nota que estoy orgulloso de ser nativo mexicano, nativo español y nativo americano. Tengo sangre hispana, y es un orgullo. Además, los españoles ya tenían un mestizaje impresionante antes de llegar aquí.

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La defensa del Camino Real de Tierra Adentro como patrimonio común entre México, Estados Unidos y España es uno de sus grandes proyectos. ¿Qué significa para usted esa ruta y qué papel ha tenido España en su recuperación?

—El Camino Real de Tierra Adentro es único. Fue autorizado por el rey de España mediante una cédula real. Para mí es un verdadero camino real: una vía por la que entraron los españoles hasta las tierras de sus antepasados y trajeron todo lo que permitió la vida actual. Nos salvó la vida en muchos sentidos.

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Su gira se titula «Hablando con España, abriendo el camino». ¿Qué mensaje quiere transmitir en este recorrido por ciudades españolas como Salamanca?

—Recibo muchos comentarios positivos. A la gente le gusta oír la verdad. No vengo a educar a nadie, sino a contarla. Lo que sí les pido a los españoles es que me ayuden a decir quiénes son. Tenemos que seguir repitiendo la verdad: si en quinientos años no se ha hecho, quizá ahora sea el momento de contar lo que realmente pasó.

En los últimos años se ha reavivado el debate sobre pedir perdón por la conquista. Usted ha dicho que eso no tiene sentido. ¿Por qué cree que es un error seguir pidiendo disculpas por la historia?

—Ese es un discurso político. Echan chile a la enchilada para que pique más. Yo sí quiero que los españoles pidan perdón, pero por haberse ido. Si se hubieran quedado, habría sido mejor. Nos salvaron la vida. Una vez un mexicano me dijo que los españoles se habían llevado toda la plata y que prefería haber sido colonizado por ingleses, y le respondí: «Si así fuera, no estarías aquí para contarlo».

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Dice que su misión es «honrar la sangre» y desmontar mentiras. ¿Qué le gustaría que los jóvenes —tanto en América como en España— aprendieran sobre ese pasado común que nos une?

—Que la leyenda negra no es verdad, que aprendan quiénes fueron realmente los españoles y qué hicieron. Los españoles tampoco dicen nada, y mientras tanto Hollywood sigue alimentando el mito. Por eso les invito a venir a escuchar mis charlas y conocer la historia real.

¿Encuentra algún vínculo con Salamanca en ese trabajo de recuperación del legado hispano?

—Muchísimo. Las universidades de América nacieron inspiradas en la de Salamanca. Además, la palabra «conquista» tiene en español un sentido distinto: significa acercarse, ganar afecto, no destruir. Los españoles no conquistaron para borrar, sino para construir. Trajeron lengua, cultura, animales, alimentos, ideas… Eso es lo que quiero que se recuerde.

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