Mi primera vez cotizando: «No sabes lo duro que es hasta que trabajas»
Sara Cifuentes y Guillermo Palomares son dos jóvenes que han sacrificado su verano para ponerse a trabajar de socorrista y camarero, respectivamente
Pablo Torres
Salamanca
Martes, 5 de agosto 2025, 12:20
Los jóvenes de hoy en día tienen marcadas dos temporadas en su calendario. La primera, desde septiembre hasta finales de junio, corresponde al curso universitario, lleno de clases y exámenes. La segunda llega con julio y agosto, cuando desconectar, disfrutar de las vacaciones familiares, hacer viajes con los amigos y salir de vez en cuando a alguna fiesta de pueblo se convierte en la tónica general. Pero no todos los veranos son así; si no, que se lo pregunten a Sara Cifuentes y a Guillermo Palomares, dos jóvenes de 20 y 18 años que, por primera vez, han tenido que aparcar su tiempo de ocio y sacrificar el verano entero para incorporarse al mundo laboral.
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Sara, una joven de 20 años que estudia Fisioterapia, trabaja actualmente como socorrista en las piscinas de Garrido. “Quería tener un poco más de libertad y no depender tanto de mis padres”, justifica. Sin embargo, este trabajo es solo algo temporal. “Lo he cogido principalmente para este verano y, si surge, también para el siguiente, pues perfecto. Durante el curso tengo mucho lío con las prácticas, pero si existiera una opción que se acomodara a mis horarios, lo haría encantada”, dice. Además, ver los veranos divertidos de otros a través de Instagram a veces le hace replantearse la decisión tomada. “Todos tus amigos tienen planes y tú estás aquí trabajando, entonces te da un poco de rabia”. Sin embargo, ni todo es blanco ni todo es negro, y ella misma sabe lo que esto supondrá en el futuro. “Yo sé que durante el curso veré el dinero que he ganado y diré que sí mereció la pena”, se consuela. A su vez, tanto su trabajo como su horario le permiten acoplarse a los planes de sus amigos. “Aunque trabaje los fines de semana, no me impide ir a las fiestas de pueblo con mis amigos. A lo mejor al día siguiente estás un poco más cansada, pero puedes hacer estos planes”, comenta. No obstante, lo tiene claro: su propósito es ahorrar para futuros gastos.
Una situación muy diferente vive Guillermo Palomares, quien se ha adentrado en el “difícil mundo de la hostelería” en un restaurante de la Rúa Mayor, con el objetivo de afrontar sus futuros gastos en Madrid. Con la mirada puesta en el corto plazo, y presuponiendo los gastos que supone para sus padres pagar la carrera y la residencia donde vivirá los próximos nueve meses, no le ha quedado otro remedio que dar un paso adelante. “No quiero agobiarles pidiendo dinero todos los días, y menos si es para caprichos y gastos tontos”, explica. Por eso, sin tener ni idea de coger una bandeja, pidió a su padre que preguntara a alguno de sus amigos por algún puesto vacante en sus bares. Y, a pesar de la dureza del trabajo, Guillermo está contento con ello. “En la hostelería, al principio estás muy verde. No sabes lo duro que es hasta que trabajas. Pero bueno, mis compañeros me han ayudado mucho y estoy muy cómodo trabajando”, explica. Sin embargo, este trabajo también es temporal, tanto en el presente como en el futuro, ya que el joven solo acude los días de más “jaleo”, es decir, jueves, viernes y sábado. “Con este horario he podido irme todas las semanas a la playa desde el domingo hasta el miércoles”, presume. Además, este trabajo le vendrá bien para su futuro empleo el curso que viene en el palco del Santiago Bernabéu. “Así cojo algo de experiencia para cuando tenga que servir a Carlos Alcaraz o a Ilia Topuria”, bromea.
A pesar de ser dos situaciones diferentes y dos trabajos muy distintos, ambos jóvenes coinciden en que disfrutar del verano y trabajar son dos cosas que pueden ir de la mano, y no son estrictamente opuestas. Para ellos, son perfectamente compatibles. “También es importante saber lo que es tener una rutina, levantarse pronto, sacrificar un verano, asumir una responsabilidad y, sobre todo, haber tenido interés”, explican. A lo largo de sus primeras semanas trabajadas, los jóvenes han comprendido que, aunque no se trate de sus trabajos soñados, ganar dinero cuesta y supone una responsabilidad mayor que pedírselo a los padres. “Aprendes a tener una responsabilidad, que no todo en esta vida es ‘jauja’”, confiesan.
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