Cristian Carrascal y Alberto Vicente, en la entrada de Cortinas Emilio Paradinas. FOTOS Y VÍDEO: E. M.

El negocio familiar que viste las casas del barrio desde hace medio siglo: «Mantener el sueño de mi padre me hace feliz»

Cortinas Emilio Paradinas abrió sus puertas en el año 1977 en Garrido. Desde entonces, no ha dejado de tejer para generaciones enteras

Elena Martín

Salamanca

Domingo, 12 de octubre 2025, 06:00

En Salamanca, como en muchas ciudades, los barrios tienen alma propia. Cada calle, cada esquina y cada comercio cuenta una historia de quienes viven y trabajan allí. En el barrio de Garrido, en una zona que 'creció' en los años 70 con calles recién abiertas y casas llenas de vida, surgió un negocio que no solo ha vestido ventanas, sino también recuerdos y generaciones enteras: Cortinas Emilio Paradinas.

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Entrada al negocio, ubicado en la Avenida de Federico Anaya.

Corría el año 1977. Garrido era un barrio joven, emergente, con familias numerosas y un flujo constante de niños que llenaban las calles de risas y juegos. La necesidad de comercios de proximidad era evidente: todo el mundo quería tiendas donde comprar, preguntar, recibir consejos y, sobre todo, lugares en los que sentirse en confianza. Fue en este escenario donde Emilio Paradinas, hombre visionario y emprendedor, decidió abrir su tienda de confección y decoración. Entonces, eso que empezó como un negocio familiar empezó a fraguarse como un referente del barrio y, casi medio siglo después, en un ejemplo de dedicación, esfuerzo y compromiso con su clientela.

El pasado 2 de octubre, esta trayectoria fue reconocida en la III Gala del Comercio de Salamanca, cuando la tienda recibió el Premio a la Trayectoria Profesional, siendo este un homenaje que celebra no solo la persistencia y el trabajo bien hecho, sino también la relación de cercanía que ha construido con la comunidad durante casi cinco décadas.

«Me hizo muchísima ilusión», recuerda su propietario, Alberto Vicente Martín. «Es un premio a toda una trayectoria. Cuando ves que tus vecinos te felicitan por la calle, que te dan la enhorabuena… Eso vale más que cualquier cosa. Yo he vivido toda la vida en este barrio y que tu gente te reconozca es un orgullo enorme».

De la confección, a la especialización en decoración

Cristian Carrascal, trabajando en el interior de Cortinas Emilio Paradinas.

Con el paso de los años, los gustos y necesidades de los clientes han cambiado. Cuando abrió sus puertas, la decoración del hogar se convirtió en el núcleo del negocio y Alberto, al tomar el relevo hace 30 años, decidió apostar por la especialización. «Hoy, el 90% de nuestro trabajo se basa en la decoración. Hicimos cursos, aprendimos nuevas técnicas y dejamos poco a poco la confección. Internet ha cambiado mucho el sector, pero nuestra fuerza está en que somos artesanos: medimos, aconsejamos, confeccionamos e instalamos. Eso no se puede hacer a través de una pantalla. La atención personalizada es nuestro valor», afirma Alberto Vicente.

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Tres generaciones bajo las mismas cortinas

Imagen del muestrario de telas usadas para confeccionar cortinas.

Después de los casi 50 años que han pasado desde que se subió por primera vez su trapa, lo que sí está claro es que el vínculo entre Cortinas Emilio Paradinas y sus clientes trasciende el tiempo. «Estamos montando cortinas a una tercera generación. Primero lo hicimos con las abuelas, luego con sus hijos y, ahora, lo estamos haciendo con los nietos. Que los clientes digan 'Montasteis las cortinas de mi madre y de mi abuela'... Eso emociona. Es una verdadera satisfacción», rememora.

De padre a hijo: un legado de esfuerzo

Alberto entró en el negocio siendo apenas un adolescente y aprendió desde abajo. «Mi padre nos reunió a mis amigos y a mí y nos preguntó que quién quería continuar con el negocio. Todos dijeron que no, menos yo. Entonces, dejé de estudiar a los 15 años y empecé desde abajo. Recuerdo que el primer día me dio una escoba y me dijo: 'Ya sabes para qué sirve esto'. Así aprendí todo sobre el negocio, paso a paso», recuerda.

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El relevo generacional no fue fácil y la convivencia con su padre estuvo llena de desafíos hasta que Emilio confió plenamente en Alberto. «Hijo. Ha llegado el momento de que te hagas cargo del negocio«, le dijo hace 30 años. Y, desde entonces, Alberto ha mantenido vivo el sueño de su padre, adaptándolo a los nuevos tiempos sin perder la esencia artesanal y cercana de la tienda.

El barrio como hogar

Más que un comercio, Cortinas Emilio Paradinas es parte del corazón de Garrido. «Vivo en el barrio desde siempre y eso se nota. Los vecinos me conocen, me saludan, me felicitan... Garrido es mucho más que un barrio. Es una gran familia», comenta. Y es que cada día comienza con el ritual de medir, cortar y preparar estores y rieles. De hecho, cada cortina elaborada es un trabajo minucioso que combina técnica y sensibilidad, pensado para que los clientes reciban un servicio impecable y personalizado.

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El valor del trabajo y la constancia

Alberto recuerda la importancia del esfuerzo y la dedicación, claves para mantener un negocio durante décadas: «Cuando empecé, había que trabajar muchos domingos y festivos. Hoy, muchos jóvenes preguntan primero por días de descanso o sueldo. El emprendedor se entrega de lleno a su trabajo y luego ya habrá tiempo para descansar. El esfuerzo y la constancia son claves para que un negocio perdure».

50 años de alma y cortinas

El futuro del negocio es incierto, pero el legado permanece: «Me temo que el relevo generacional acaba conmigo. Mis hijos viven en el extranjero y no quieren continuar. Cuando me jubile, esto se acabará. Es una pena porque funciona bien y sigue siendo rentable».

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Aun así, Alberto mira atrás con orgullo y satisfacción: «He seguido el legado de mi padre y lo he mantenido bien. Saber que he mantenido vivo su sueño es una satisfacción enorme».

Ahora, casi cinco décadas después, Cortinas Emilio Paradinas sigue siendo un ejemplo de comercio de barrio, esfuerzo y dedicación. Cada cortina instalada y cada hogar decorado refleja el cuidado, la honestidad y el cariño con los que Alberto y su padre han trabajado durante toda una vida.

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